#MAKMAEntrevistas | Rocío Rojas-Marcos
‘Habitada por palabras’
Huerga & Fierro, 2020
24 de mayo de 2020

“Hay meses que duran años,
días tan tremendamente largos
que pierdo la cuenta de las horas”
(‘Mayo’ | Rocío Rojas-Marcos)

Vivimos un tiempo excepcional, impredecible y confuso, en el que algunas jornadas se nos hacen tan interminables como esos días de mayo de los que nos habla la escritora andaluza –profesora en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y en el International College of Seville– Rocío Rojas-Marcos (Sevilla, 1979) en su poemario ‘Habitada por palabras’ (Huerga & Fierro, 2020); un título con el que inicia una trayectoria poética que viene a sumarse a su itinerario como narradora de Tánger, ciudad que concentra buena parte de sus inquietudes.

Y así lo ha demostrado en ensayos como ‘Tánger: la ciudad Internacional’ (Almed, 2009), ‘Sanz de Soto y Buñuel: «La tercera España transfretana»’ (Khbar Bladna, 2012) o ‘Tánger, segunda patria’ (Almuzara, 2018), y en diversas colecciones de relatos como ‘Los conjurados de Tánger’ (Sures, 2019) –junto a destacados amantes de la ciudad marroquí como Javier Valenzuela, Alberto Gómez Font, Farid Othman-Bentría Ramos o Santiago de Luca, entre otros–.

‘Habitada por palabras’ es, además, una de las novedades de la editorial Huerga & Fierro que se han visto afectadas por las consecuencias de la COVID-19 –tal y como su editora, Charo Fierro, manifestaba en el artículo ‘Editoras en tiempos convulsos‘ (publicado en MAKMA el pasado día 20)–, puesto que el poemario iba a ser presentado durante la 79ª edición de la Feria del Libro de Madrid (pospuesta, finalmente, para el mes de octubre).

Por ello, nada mejor que acercarnos a ese lugar inédito en el que habitan las palabras de Rocío Rojas-Marcos a través de su propio testimonio.

Atendiendo a tu trayectoria, encaminada por otras sendas ajenas a la poesía, ¿cómo has desembocado en este género?

La realidad es que desde la adolescencia he escrito. Tal vez entonces no eran más que intentos, juego de experimentación, por ponerles un nombre. No conservo ninguno de esos poemas, recuerdo que contaba sílabas sin olvidarme de las sinalefas. Luego pasé años en los que leía más que escribía, hasta que ‘Habitada por palabras’ empezó a tomar forma. En 2012, entendí qué quería decir con estos poemas, dónde quería que fuésemos de la mano. Han pasado muchos años, pero creo que le han sentado bien al libro porque al leerlo se revela con una atemporalidad que es fundamental para la literatura. No es una escritura impulsiva ni empujada por acontecimientos, eso hace que no caduque, creo.

Encabezas el poemario con un cita de Henri Miller y concluyes con una referencia a Walter Benjamin. ¿Qué grado de influencia han tenido en la composición del poemario? ¿Tiene algún significado especial o decisivo con el que conducirte?

El motivo de cada una es bien distinto. La visión urbana de Benjamin me interesa mucho. Tal vez, aquí sí está un poco de esa yo de sendas ajenas a la poesía sobre la que me preguntabas. La simbiosis entre espacio –espacio urbano, especialmente– y literatura es lo que vengo estudiando desde hace años en la ciudad de Tánger. Me apasiona entender cómo el hombre construye no solo el espacio en el que vive, sino que también lo escribe. Se produce, por tanto, una doble creación de un mismo espacio. Ahí Benjamin tiene mucho que decirnos.

La cita de ‘Trópico de Cáncer’, de Miller, la metí cuando el libro estaba casi terminado. Un día, al leerla, entendí que eso era lo que yo estaba haciendo: “Lo esencial es querer cantar”, dice Miller, y yo pensé que eso era: que yo quería cantar. Y canto tan terriblemente mal que menos mal que puedo escribir; y ese es mi canto.

Igualmente, acontecen Pessoa, Ángel González, Ángeles Mora, Leopoldo María Panero y Paul Auster.

Sí, yo necesito lecturas. El poema ‘Necesidad’ está dedicado precisamente a eso. Es el reconocimiento de que, para escribir yo, necesitaba deshacerme de las palabras de los demás. También el título responde en cierto modo a lo mismo. Me gusta decir que quise copiarle a Cortázar el título de ‘Casa tomada’, adaptarlo, pues yo estoy habitada por palabras a las que no identifico en muchos casos y con las que me he acostumbrado a vivir. Lo que espero es no acabar como los hermanos del cuento, que no puedan conmigo. Yo no quiero irme y tirar la llave. Por eso me encanta leer a Panero, las palabras se apoderaron de él y de ahí surge su genialidad.

Pessoa creo que no necesita explicación, no hay poesía sin Pessoa. Ángel González es uno de los poetas españoles que más leo y releo, es uno de mis escritores de cabecera, si es que ese tipo de expresiones tan manidas pueden seguir diciéndose. Pero es que es la verdad. Entiendo versos suyos como si me los estuviese dictando.

Leer ‘Ficciones para una autobiografía’, de Ángeles Mora, fue para mí una sorpresa, casi un susto. Estaba leyendo lo que yo quería haber escrito. Tenía la sensación de que teníamos poemas que lidiaban con ideas tan parecidas que tuve que pensar fríamente y calcular que el manuscrito de ‘Habitada por palabras’ hacía ya meses que estaba en manos del editor cuando yo leí, por primera vez, a Mora; por tanto, yo no había parafraseado nada. Era como mirarme a un espejo.

Paul Auster tal vez es el escritor que menos encaja en esta secuencia, pero siempre ha sido uno de los novelistas que me han gustado, He leído todas su novelas y diarios. Me encanta como juega con la magia, el misterio de lo inesperado. Como si escribiese realismo mágico en Nueva York. Cuando publicó su poesía completa (está en edición bilingüe), descubrí a un escritor diferente, más racional; me interesó mucho. Esa línea es la que ha seguido en sus últimas publicaciones y la novela ‘4, 3, 2, 1’ es sublime. Una oda a la fuerza de lo insignificante en el devenir de la vida.

Rocío-Rojas Marcos recita para el Instituto Cervantes de Tánger el poema ‘Bulevar’, perteneciente a su poemario inédito ‘GMMTT’, inspirado en la ciudad de Tánger.

¿A qué responde que hayas estructurado el poemario en dos partes?

A la dicotomía entre interior y exterior. El poemario entero gira en torno a la vida compartida, al amor y el desamor, a la incertidumbre y la soledad. La primera parte es la vida interior, la que lucha la voz de los poemas desde las pareces de su casa, pero en la segunda parte aparece con más fuerza la ciudad, las calles se entremezclan con la vida. Surge un caos que no es tan controlado como el que se mantiene dentro de las pareces de una casa.

Los conceptos de soledad, huida, incomunicación, abandono y vacío están muy presentes a lo largo ‘Habitada por palabras’. ¿Sintetizan, en buena medida, el estado emocional de tu poemario?

Sí, sin duda. Quería reflexionar sobre los vaivenes de la vida, sobre la mentira de la linealidad del tiempo de nuestra vida y la sinuosidad real que compone nuestra existencia, pero creo que pudo conmigo la desazón en muchos de los poemas. Darme cuenta que somos, a pesar de las muescas. La última antología que acaba de publicar Margarit (Joan) la ha titulado ‘Sin el dolor no habríamos amado’; creo que es el verso perfecto que explica mi obra.

En tu poema ‘Diluidos’ se entrevé una cierta metáfora entre casa y cuerpo.

Sí, puede leerse así, sin duda. Esa es la dicotomía a la que antes me refería. La unión entre el yo de los poemas y su encierro en la casa donde existe y está, en cierto modo, protegido a pesar del frío, pues ese frío es interior.

¿Consideras que el tono general de los poemas dibuja una atmósfera austera en la que los escasos objetos mencionados adquieren un extraordinario valor simbólico?

Está también relacionado con lo anterior. Son objetos normales, vulgares. Hay lápices, sillas, horquillas, zapatos planos para andar cómoda. Una lista de objetos cotidianos, porque la vida es cotidianeidad y tiempo.

De volver al pasado / solo puedo decirte una cosa: / ya no me interesa”. El poema ‘Reinventarme’ encierra toda una declaración de intenciones. Sin embargo, ¿cómo gestionas todo lo pretérito?

Bueno, repitiendo lo que acabo de decir: la vida es cotidianeidad y tiempo y el tiempo pasa y no se detiene. Eso lo sabemos, por tanto, si queremos aprender a vivir tranquilos (no me atrevo a decir felices) hay que intentar no mirar mucho hacia atrás. Cualquier pasado no es verdad que fuese mejor, simplemente está pasado. La literatura enseña a vivir así, pero hay veces que cuesta entender en tu vida lo que aceptas en unas páginas. No tienes por qué quererlo.

Desde el marco de mi ventana / encuadrado por la madera, / pin…pon / el cielo es solo un trozo recortado”. ¿Qué mira ahora desde su ventana ‘El niño del cuarto’?

El niño del cuarto es la vida más allá de las pareces de la casa. El Pepito Grillo que nos ayuda a saber que el mundo está al otro lado de la ventana, aunque tengamos poco ángulo de visión. La ciudad, que es la vida en sociedad, sigue ahí. La verdad es que esto, precisamente ahora, parece rozar lo utópico, pero ojalá pronto otro niño en otro piso moleste a todos los vecinos y les recuerde que somos seres sociales y nos necesitamos.

La escritora Rocío Rojas-Marcos. Fotografía cortesía de la autora.

Merche Medina