Pandemia por el coronavirus
Valencia. Marzo de 2020

Como dijo el sociólogo Zygmunt Bauman, en una entrevista de Fernando Vallespín para Babelia, “entre lo que sabemos y lo que podemos hacer hay una brecha que no sabemos cómo superar”. Y lo que sabemos, a raíz de la pandemia por coronavirus, es que el agente infeccioso más pequeño que conocemos, más diminuto que las bacterias, sigue alterando, y de qué manera, la vida de los occidentales acomodados que, ante semejante invasión, nos defendemos confinados en nuestras casas. “En estos años se ha advertido la emergencia de muchos nuevos virus”, escribió hace ya casi 20 años Brian Mahy (Centro de Control de Enfermedades de Atlanta, EEUU), refiriéndose al sida, dengue, lassa, ébola o SARS, este último causante de la neumonía asiática en 2003.

Pancarta en un balcón de Valencia. Foto: Begoña Siles

Los cambios ecológicos y la globalización se apuntan como causas probables de esa emergencia constante de virus y de su rápida propagación. Sea como fuere, lo cierto es que nunca como ahora nos hemos visto agredidos por un virus que ha convertido nuestras vidas en foco de atención cotidiana, más allá de la ciencia ficción que hayamos podido consumir como espectadores que asistíamos, desde nuestras confortables butacas, al dantesco espectáculo hoy convertido en triste realidad. Por eso las citas literarias que a continuación ofrecemos, pertenecientes a diferentes novelas que han tratado, de una forma u otra, el drama de la pandemia, nos pueden ayudar a sentir de verdad la importancia de la ficción a la hora de transmitir lo real de la existencia, que la sociedad del bienestar suele acolchar.

Pintada en un macetero de Valencia. Foto: Begoña Siles

Las imágenes que acompañan estos fragmentos literarios fueron tomadas durante el fin de semana del anuncio por parte del gobierno del Estado de Alarma debido al coronavirus. Una Valencia vacía como reflejo del aislamiento social obligatorio causado por la pandemia. “No hay soluciones locales para problemas generados a nivel global”, decía Bauman en esa entrevista, al tiempo que advertía cómo ante los desastres de la guerra o la pandemia la gente se suele movilizar olvidando sus diferencias y discrepancias, para retornar después al origen: “En cuanto la cuestión unificadora desaparece de la atención y la preocupación del momento, las divisiones vuelven a hacer acto de presencia, a menudo profundizadas y fortalecidas por la frustración”. He ahí ese otro virus, humano, demasiado humano, que diría Nietzsche, y que conviene tener siempre muy presente.

Anuncio en un local de Valencia. Foto: Begoña Siles

La peste (Albert Camus)

«La estupidez insiste siempre».
«El hábito de la desesperación es peor que la desesperación misma».
«La gente se casa, se quiere todavía un poco de tiempo, trabaja. Trabaja tanto que se olvida de quererse…El cansancio era la causa, él se había abandonado, se había callado cada día más y no había mantenido en su mujer, tan joven, la idea de que era amada. Un hombre que trabaja, la pobreza, el porvenir cerrándose lentamente, el silencio por las noches en la mesa, no hay lugar para la pasión en semejante universo».

Una calle de Valencia completamente vacía. Foto: Begoña Siles

«El mal que existe en el mundo proviene casi siempre de la ignorancia, y la buena voluntad sin clarividencia puede ocasionar tantos desastres como la maldad». 
«La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar».
«Lo que es preciso subrayar es el aspecto frívolo de la población y de la vida. Pero se pasan los días fácilmente en cuanto se adquieren hábitos, y puesto que nuestra ciudad favorece justamente los hábitos, puede decirse que todo va bien».

Calle de Valencia completamente vacía de tráfico. Foto: Begoña Siles.

Ensayo sobre la ceguera (José Saramago)

«La ceguera también es esto, vivir en un mundo donde se ha acabado la esperanza».
«Hasta este punto puede engañarse el espíritu cuando se rinde a los monstruos que él mismo ha creado».
«Dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre, esa cosa es lo que somos».
«Es lo que nos pasa a todos, siempre hemos sido más alguna vez…Quiere decir que tenemos palabras de más, quiero decir que tenemos sentimientos de menos. O los tenemos, pero dejamos de usar las palabras que los expresan y, en consecuencia, los perdemos».
«No hay en el mundo nada que, en sentido absoluto, nos pertenezca».

Una de las calles de Valencia sin tráfico. Foto: Begoña Siles

La montaña mágica (Thomas Mann)

«Procure recordar que la tolerancia se convierte en un crimen cuando se tiene tolerancia con el mal».
«El tiempo no posee ninguna realidad. Cuando nos parece largo es largo, y cuando nos parece corto es corto, pero nadie sabe lo largo o lo corto que es en realidad».
«Sabemos perfectamente que introducir cambios y nuevas costumbres es el único medio del que disponemos para mantenernos vivos».

Anuncio en el interior de una pastelería de Valencia. Foto: Begoña Siles

«Nada puede ser, en el fondo, más mezquino que tachar de absurdo el hecho de que el espíritu quiera defender su dignidad frente a la naturaleza y se niega a rendirse ante ella».
«A veces es muy difícil discernir la estupidez de la inteligencia. Es tan difícil separarlas, están a un paso tan pequeño la una de la otra».
«Las contradicciones pueden conciliarse. Sólo las mediocridad y las medias verdades son imposibles de conciliar».

Pintada en Valencia. Foto: Begoña Siles

La máscara de la muerte roja (Edgar Allan Poe)

«Y la tiniebla, y la ruina, y la muerte roja tuvieron sobre todo aquello ilimitado dominio».
«En el interior existía todo esto, además de la seguridad. Afuera, la muerte roja».

Némesis (Philip Roth)

«Cuanto menos miedo, mejor. El miedo nos castra. El miedo nos degrada».

Ilustración en el muro de una calle en Valencia. Foto: Begoña Siles