Russafa Escènica
Diferentes espacios de València
Del 24 de septiembre al 4 de octubre

La directora general de Cultura y Patrimonio, Carmen Amoraga, no se cansa de repetir que la cultura es necesaria, además de segura, en estos tiempos de incerteza por culpa del coronavirus. “No es un lujo”, subrayó, para combatir esa otra creencia extendida como si fuera un mantra dañino. “Tenemos que lanzar un mensaje tranquilizador y real”, añadió.

“Hemos de reinventar la vida”, apuntó Antonio Ariño, vicerrector de Cultura de la Universitat de València, institución que, desde un principio, ha venido apoyando el festival de otoño Russafa Escènica, que cumple su décima edición, a la que sus responsables han llegado “más agotados que nunca”, resaltó Jerónimo Cornelles, su director artístico.

Russafa Escència
Representantes institucionales y responsables de Russafa Escènica, en el claustro de La Nau. Imagen cortesía de Russafa Escènica.

Russafa Escènica es un claro ejemplo de esa necesidad de cultura de la que ha venido mamando todo el equipo del festival, cuando los tiempos no eran nada propicios, si es que los han existido en algún momento para todos cuantos se dedican a promoverla.

Por eso, desgastados por nadar a contracorriente, proclaman que esa necesidad cultural ha de estar acompañada del dinero correspondiente y, sobre todo, a tiempo. “Todavía no han salido las ayudas institucionales, por eso en cualquier momento nos podemos caer. Todo este escenario se puede ir al garete”, aseveró Cornelles, que con un presupuesto estimado de 220.000€ (frente a los 150.000 de la edición anterior), apenas disponían de una cantidad irrisoria para costearlo cuando solo faltan dos días para ponerlo en marcha.

“No sabemos a fecha de hoy si vamos a cobrar por un año de trabajo”, agregó Cornelles, extendiendo esa incertidumbre a los artistas, compañías y trabajadores que ya han realizado su labor y esperan el cobro. De ahí que lanzara el mensaje, que también se viene repitiendo a lo largo del tiempo, que las instituciones perdieran “esa rigidez burocrática que las caracteriza”.

Dicho lo cual, el director artístico de Russafa Escènica también quiso valorar positivamente la implicación de todas las instituciones que colaboran con el festival, desde la propia Dirección General de Cultura y Patrimonio, al Consorci de Museus de la Generalitat Valenciana, pasando lógicamente por la propia Universitat de València, Ayuntamiento, SGAE Comunitat Valenciana, Fundación Bancaja, así como responsables de las salas de teatro que acogen diversas obras de la programación, como Espacio Inestable, Sala Off o Teatro Círculo.

Imagen extraída del video promocional de Russafa Escènica por cortesía del festival.

La gran novedad de este año, impulsada para contrarrestar el daño presencial ocasionado por el covid-19, es la digitalización de los contenidos del festival. Las obras incluidas en la programación han sido grabadas con gran calidad, para que puedan ser vistas en formato online a finales de octubre a través de la plataforma stagein.tv.

La obligada reducción del aforo, para cumplir las medidas de seguridad, será de esta forma compensado con la proyección digital de todos los espectáculos, que se podrán ver en régimen de alquiler durante 24 horas por un módico precio, dependiendo de las características de cada obra. “El 75% de la recaudación será para los artistas”, precisó Cornelles.

La disminución del número de espectáculos (de los 10 viveros se pasa a cinco) también conlleva una nota positiva: “Ahora pagamos el doble de caché”, resaltó Cornelles, quien subrayó que contaban con “el presupuesto más caro de la historia del festival”, parte del cual se lo lleva la novedad del costoso proceso de digitalización.

Aunque el 50% del aforo ya estaba vendido, a dos días del arranque del certamen, lo cierto es que ahora se ha pasado de las 10.200 entradas vendidas la pasada edición, a las 3.000 actuales, por aquello de haber tenido que reducir en ocasiones cada espectáculo de 35 a 5 espectadores. “Y eso nos hiere de muerte económicamente”, remachó el director artístico de Russafa Escènica.

Un momento de la presentación del festival de otoño en el Aula Magna de La Nau. Imagen cortesía de Russafa Escènica.

Amoraga reconoció que la pandemia y el confinamiento posterior les había “pillado con el pie cambiado”, pero que, “dentro de la lentitud”, dijo que se estaban “afrontando los cambios”. De hecho, frente al cansancio de Cornelles y su equipo, la directora general de Cultura y Patrimonio quiso lanzar de nuevo un mensaje de optimismo: “Se van a anunciar medidas de choque, que también afectan al mundo de la cultura”, refiriéndose al debate sobre el estado de la Comunitat Valenciana que en esos momentos se celebraba en Les Corts con el presidente Ximo Puig a la cabeza.

Ariño, en su escrito explicativo sobre los ‘Deseos’ del lema que aglutina temáticamente los espectáculos del festival, animó a realizar una “taxonomía” de dichos deseos, en el contexto de una sociedad de consumo que pretende alcanzarlos sin demora.

Cornelles se limitó a decir que había circo, danza, música y una gran diversidad, “con ética y estética”, al tiempo que señalaba que había “tantos deseos como seres humanos”, pero que puestos a resumir esa diversidad se decantaba, “sobre todo”, por el “deseo de ser feliz”. Felicidad que tiene sus peligros, por utilizar la metáfora empleada por Amoraga: “La cultura tiene sus riesgos y es que te puedes morir de placer o de risa”.

Cartel anunciador de la obra ‘Los de arriba’, de Adrián Novella. Imagen cortesía de Russafa Escènica.

Entre los espectáculos que pueden provocar esa “muerte” por exaltación de los sentidos, está el Invernadero que Adrián Novella dirige en la Sala 7 del Teatro Rialto, bajo el título de ‘Los de arriba’. En él, unos jóvenes festejan, con las pertinentes medidas de seguridad, la vuelta a la normalidad tras la pandemia, cuestionando el futuro que les aguarda.

Y entre los interrogantes, el siguiente: “¿Importa más la salud o la economía?” Cornelles se atrevió a dar una respuesta: “Para mí, la salud, aunque un economista seguramente se inclinaría por lo segundo”. Esa dialéctica entre salud, en este caso cultural, y el dinero asociado a la necesaria y básica economía doméstica, también forma parte del trasfondo que subyace en Russafa Escènica, cuyo futuro está en el aire. ¿O no? “Se seguirá haciendo, porque todas las instituciones haremos el esfuerzo para que continúe”, concluyó Ariño.  

Imagen extraída del video promocional de Russafa Escènica, por cortesía del festival de otoño.

Salva Torres