Fundación Chirivella Soriano

Sigfrido Martín Begué

Inauguración: viernes 1 de marzo

C / Valeriola, 13. Valencia

La Fundación Chirivella Soriano inaugura Sigfrido Martín Begué. El lado valenciano, una exposición comisariada por Vicente Jarque, fruto de la colaboración con el Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana. La muestra no pretende presentar el conjunto de su obra pictórica posterior a la expuesta en el Centro Cultural Conde Duque, es decir, su pintura desde 2001, ya que desde ese año hasta su muerte apenas terminó algo más de veinte óleos, junto a no mucho más de otras tantas acuarelas aparte de numerosos bocetos, ilustraciones y piezas varias. Sino que, según nos explica el comisario Jarque, «las pinturas para esta exposición han sido seleccionadas con el propósito de ubicar el trabajo de Sigfrido Martín Begué en Valencia en el contexto de su trayectoria fundamental como pintor».

La idea, por tanto, de esta exposición estriba en presentar un conjunto de pinturas que sirvan para hacer entender al espectador que los años de trabajo de Martín Begué en relación con Valencia no sólo iban mucho más allá de unos intereses de orden meramente artesanal, presuntamente menor, sino que se fundaban en una poética compleja de la que podemos encontrar, en su pintura (su actividad fundamental, sin duda) hallazgos antecedentes y figuras coetáneas, en todo caso derivadas de una trayectoria tan brillante y polifacética como extraordinariamente coherente.

Jarque ha detallado algunas de las obras que forman parte de esta exposición, como antecedente y fundamento tanto visual como intelectual del conjunto de las Euromeninas. Se podrá ver, sin duda, Las Meninas-Malic, de 1995, así como Caja de música soltera (1992), en donde ya aparecen los moldes de Duchamp. Lo mismo puede decirse respecto a los muebles realizados para la firma Loewe en 1995, de pinturas como Septenario (1986), Torre con perro (1987) o Máquina de cine (1992).

La conexión entre la falla para Na Jordana en 2001 (el efímero Pinocho de 20 metros de altura, rescatado en la exposición junto a la maqueta, las figuras y los bocetos diseñados por Sigfrido) y el Pinocho de 1991 (concebido, por tanto, diez años antes) y los posteriores Pinochos de Art-cidente y Pinnarciso parece obvia, en palabras de Jarque.

Martín Begué se ha planteado la situación problemática de la pintura en el presente (algo evidente igualmente en sus Meninas duchampianas): La isla de las pinturas (2002, como evocación de la famosa obra de Boecklin), Storie della vera pintura (con estructuras arquitectónicas análogas a los muebles-ciudad para Loewe) y El entierro de la pintura (obviamente alusiva al Orgaz de El Greco).

El resto de las pinturas que se podrán ver enlazan con la misma de manera más específica, pero más suelta. L’Alpha-belgue, una imagen de Tintín, tiene que ver con registros subjetivos: el interés de Martín Begué por el personaje (posible compañero de Pinocho), por la “línea clara” de Hergé y, por qué no, por Bélgica (a la que veía, como Marcel Broodthaers, determinada por las conchas de los mejillones), en cuya capital presentó sus Euromeninas. Santa Bárbara se vincula con la afición mediterránea a la pirotecnia. Suso5V50 es la imagen de un cochecito semejante a una carroza para el 125 aniversario de la falla Na Jordana.

Salva Torres