Un grito a voces, de Julia Galán
Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (MuVIM)
C / Quevedo, 10. València
Hasta el 8 de noviembre de 2020

A finales del siglo XIX, el pintor noruego Edvard Munch se hizo eco de la angustia existencial humana mediante su obra El grito, a modo de presagio de la violencia letal que se avecinaba con las dos grandes guerras mundiales del siglo XX. En ese famoso cuadro, una figura andrógina ubicada en primer plano, con las manos a ambos de la cabeza y la boca abierta con expresión desencajada, mostraba la desesperación de quien se siente atropellado por la vida. El MuVIM, salvando las distancias temporales y estéticas, acoge en su vitral otro grito, en esta ocasión realizado por la artista interdisciplinar Julia Galán.

El título de la obra, Un grito a voces, ya interpela al espectador de un modo distinto a como lo hizo Munch, puesto que la boca abierta que ha creado Galán con la ayuda de una amiga actriz, sin duda presa de un desgarro parecido, termina suavizándose al decantarse en forma de voz. “Sí, no es solo un grito, sino a voces, de manera que el desgarro acaba transformado en mensajes”, explica la artista. Mensajes que, a su vez, protagonizan el panel dispuesto para ser recogidos del puño y letra de cuantos quieran aportar su grano de arena reivindicativo a la exposición.

Julia Galán (izda) junto a Semíramis González, comisaria de la exposición. Imagen cortesía del autor.

“No nací mujer para morir por serlo”; “si nosotras paramos se para el mundo”; “de camino a casa quiero ser libre, no valiente”; “disculpar las molestias pero nos están matando”, o “unidad y sororidad” son algunos de los mensajes ya recogidos en el panel como parte del proyecto expositivo. Mensajes que después serán recogidos en forma de libro, junto a diversas consignas de las formuladas en las pancartas del 8-M, Día Internacional de la Mujer, y una serie de reflexiones de mujeres vinculadas al arte y la cultura.

“Son gritos que se pueden leer. Voces y más voces de mujeres que reivindican su igualdad”, afirma Galán, cuya imagen del vitral parece estar ahora en boca de todas ellas. Una boca diríase seductora, incluso netamente publicitaria, si no fuera por ese fondo negro del que procede la angustia que solicita ser escuchada. “Es un grito que reverbera hacia el interior y el exterior del MuVIM para unirnos y reconocernos”, señala su autora. Sororidad o hermanamiento femenino en pos de esa igualdad de derechos paulatinamente alcanzada. “Queda todavía mucho por hacer”, subraya Galán. “Los cambios son desesperadamente lentos”, añade.

Que la mujer sea representada mediante ese grito obstinado que sale al encuentro del espectador, ya sea al entrar en el hall del MuVIM o desde el exterior mismo, tiene su explicación: “El cuerpo de la mujer se localiza en esa boca, porque ha estado mucho tiempo silenciada”, lo cual no quiere decir, como enseguida apunta Galán, que todo gire en torno al cuerpo, cuyo derecho a ser usado a voluntad, tal y como proclama el feminismo, protagonice muchas de sus proclamas. “Yo no disocio ambas cosas. El cuerpo ha estado sometido y el pensamiento también”. De ahí la necesidad de recuperar la voz, “las voces de miles de mujeres”, resalta Galán.

Semíramis González y Julia Galán, en el panel que acompaña al mural. Imagen cortesía del autor.

La intención es que ese grito “tenga impacto a través de las redes”, que salga “a la calle y se amplifique su voz”, porque es la voz, una vez atenuado el grito, lo que interesa a Julia Galán que se propague. Sabedora de que la razón no la tiene quien más grita, sino el que mejor argumenta, la artista promueve mediante las múltiples voces recogidas ampliar vínculos “con el objeto de crear normas, legislación y políticas en pro de la erradicación de la opresión de género”.

Ya en uno de sus anteriores trabajos, que tituló elocuentemente Adiestrada, la artista y doctora en Bellas Artes por la Universitat Politècnica de València se hacía eco de la problemática de la mujer frente a las normas sociales y los distintos roles. “Fue un video en el que se escuchaba a modo de letanía las voces de un hombre y una mujer en el proceso de adiestramiento de un perro, con las frases típicas de ‘siéntate’, ‘dame la pata’, etc., expresiones que sirven también para hablar del adoctrinamiento y domesticación de la mujer por el sistema patriarcal”.

El grito a voces del proyecto que ahora presenta en el MuVIM también tiene que ver con la sororidad, “pero no una sororidad romántica o ideal, sino una que tenga en cuenta las diferencias existentes entre las mujeres del mundo entero”. Mujeres que, como Rosa Luxemburgo, a rebufo del grito aquí proclamado, señaló que lo más revolucionario que una persona podía hacer era “decir siempre en voz alta lo que realmente está ocurriendo”. De nuevo la voz y de nuevo el sonido aumentado, corriendo el peligro de que el grito alcance el volumen de la furia. “Simboliza a millones de mujeres”, concluye Galán, que habla por boca de todas ellas en lo que ella misma denomina un clamor: “¡Por mí y por todas!”.

Semíramis González (izda) y Julia Galán, ante el vitral de su obra. Imagen cortesía del autor.

Salva Torres