Jorge Ballester
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‘Jorge Ballester. Entre el Equipo Realidad y el silencio’
Fundación Bancaja (del 12 de abril al 1 de septiembre de 2019)
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2019

En el epílogo del curso académico 1964-65, el prolífico poeta y ensayista valentino y cacereño José María Valverde, en calidad de catedrático de Estética de la Universidad de Barcelona y uniformado con traje académico de toga y muceta, solicita que le fotografíen junto a un encerado en el que acaba de rubricar, cáustico y reivindicativo, la siguiente sentencia: “Nulla Aesthetica sine Ethica, ergo: apaga y vámonos”.

La instantánea es remitida por Valverde a su próximo y cálido colega José Luis L. Aranguren –excelsa e imprescindible figura en el devenir filosófico español del pasado siglo–, como explícito gesto de solidaridad –renuncia de funciones mediante– con el profesor de Ética de la Universidad Complutense de Madrid, sancionado y desprovisto de su cátedra junto a otros ínclitos como Enrique Tierno Galván y Agustín García Clavo, tras una “falta grave de disciplina académica” –tal y como reza en aquel canicular BOE de agosto de 1965–, por haber refrendado y participado en las convulsas protestas estudiantiles de buena parte del orbe universitario capitalino y peninsular, con motivo de la falta de libertad de asociación.

Debía ser en semejantes agitaciones socioinstitucionales, respirando el intoxicado salbutamol del encementado franquismo desarrollista, cuando, orientados por la pluma teórica del ensayista y crítico de arte Vicente Aguilera, eclosionara, escolar, marxista, mediterráneo y pop, el Equipo Realidad, grupo integrado por Joan Cardells (València, 1948) y Jorge Ballester (València, 1941-2014), erigido en uno de los binomios artítiscos inexcusables del último medio siglo patrio.

Jorge Ballester
Páginas iniciales del artículo publicado en MAKMA ISSUE #02.

Y sobre la heterodoxa e indispensable figura de este último la Fundación Bancaja, en colaboración con Bankia, dedica una muestra antológica, bajo el título ‘Jorge Ballester. Entre el Equipo Realidad y el silencio‘ (del 12 de abril al 1 de septiembre de 2019), cumplido un lustro desde su expeditivo e invernal fallecimiento.

Una exposición comisariada por Jaime Brihuega y Joan Dolç que concita 93 obras del autor valenciano –entre las que se incluyen diversas piezas inéditas–, cuya datación transita de 1965 a 2013, procedentes de la colección de la Fundación Bancaja y de los herederos de Jorge Ballester, amén de préstamos de otras colecciones institucionales y privadas como las del IVAM, Colección Mariano Yera, Fundación Enaire, Galería Punto –con quien fraguaría una estrecha relación profesional–, Colección José Ignacio Zaragozá, Colección Ana Rosa Ballester, Colección Amparo Agraït Zaragozá, Colección Enrique Carrazoni, Universitat Politècnica de València, Colección Amalia Álvarez, Colección Miguel Ángel Lluch y Colección José María Pérez Verdoy, entre otras.

Conducido Ballester por la pulsión existencial (ideológica y funcional) que se edifica tras aquella nulla Aesthetica sine Ethica, el presente y ubérrimo compendio expositivo auxilia a compulsar las intenciones críticas, combativas e innegociables, de su deriva creativa.

De la mano proposicional de Brihuega y Dolç, ‘Jorge Ballester. Entre el Equipo Realidad y el silencio’ estructura su morfología a partir de nueve bloques (‘Equipo Realidad’, ‘Hazañas bélicas’, ‘Años de plomo’, ‘A vueltas con el cubismo’, ‘Ellos-yo, ‘Jodasel’, ‘Pugilatos al margen’, ‘Hypnerotomaquia concupiscente’ y ‘En compañía de la soledad’), cuyas razones cronológicas y argumentales perfilan clínica y límpidamente su turbulento, hartístico (“yo soy hartista”, acostumbraba a sentenciar Ballester), donoso, satírico e “intachable” (asevera Jaime Brijuega) predicamento artístico y personal.

Portada de MAKMA ISSUE #02, a partir de una de las obras del proyecto ‘Autocines’ (2019), de la fotógrafa Gala Font de Mora.

De este modo, vertebran el florilegio los fotoperiodísticos predios de la Guerra Civil, los metales pesados del tardofranquismo y la Transición (Equipo Realidad), la naturaleza geométrica de sus predilecciones cubistas, la construcción de la identidad –mediante singularísimos retratos de artistas con los que Ballester se mide–, su contumaz inquina urinaria hacia Marcel Duchamp, la exudación enmascarada y cuadrilátera de la lucha libre mexicana, la fértil impudicia libidinosa o el exilio interior (el silencio), expatriado por propia voluntad de las fatuas y jactanciosas haciendas del mercado del arte.

No en vano, “su compromiso se mantuvo indemne ante los cantos de sirena provenientes de los limbos de la condición posmoderna, que invitaban a abandonar los ideales que habían impulsado la creación más comprometida hasta finales de los setenta”, rubrican Brihuega y Dolç en el texto curatorial.

‘Jorge Ballester. Entre el Equipo Realidad y el silencio’ se revela, a la postre, en ocasión propicia tanto para radiografiar los inmediatos vínculos entre el sujeto (creativo) y cuanto le circunda transitivamente –amén de equiparar la primera producción pública con los lacónicos (y fértiles) sótanos del retiro–, como para diagnosticar la radical vigencia –crítica y estilística–, que habita en sus últimas obras.

‘Jorge Ballester. Entre el Equipo Realidad y el silencio’. Fundación Bancaja, 2019.

Jose Ramón Alarcón

Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #02, revista especial en papel con motivo del sexto aniversario de MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, en junio de 2019.