Joan Cardells

Joan Cardells
Exposición antológica
Comisarios: Tomás Llorens y Boye Llorens Peters
Fundación Bancaja
Plaza de Tetuán 23, Valencia
Del 24 de septiembre de 2021 al 30 de enero de 2022

“Hay en Cardells cierto rechazo al ruido que se produce en el mercado y a los artistas estrella”, subrayó Boye Llorens, comisario junto a Tomás Llorens, fallecido el pasado mes de junio, de la exposición antológica y mayor retrospectiva que se dedica a Joan Cardells, también desaparecido en 2019. “Es un doble homenaje a ambos [Cardells y Tomás Llorens]”, destacó Rafael Alcón, presidente de Fundación Bancaja, que acoge la muestra hasta el 30 de enero de 2022.

Desde que abandonó Equipo Realidad, grupo creado junto a Jorge Ballester en 1966 y que se mantuvo activo durante diez años, Joan Cardells decidió “replantearse su propia función como artista”, llevándole “a buscar la intimidad del estudio, como si quisiera aprender el oficio”, apuntó Llorens. En esa intimidad, lejos del mundanal ruido, pero sin pretensiones de anacoreta, el artista valenciano fue edificando una obra a base de materiales como el cartón, el hierro fundido, el bronce, el mármol, la cera o incluso el fibrocemento, para extraer de ellos el alma presente en sus dibujos embrionarios.

Una joven contempla una de las obras de la exposición antológica dedicada a Joan Cardells. Imagen cortesía de Fundación Bancaja.

A Cardells, más que la valoración estética de su trabajo, sin duda consecuencia de su rigor amanuense, le interesaba la obra como producto de un acto diríase de una profundidad solidaria con el silencio procesual de su búsqueda. No era la materia bruta lo que pretendía ensalzar, sino la materia en tanto sometida, como se someten los niños a la seriedad del juego, a la impronta del puro acto creativo.

“Con lápiz y papel puedes hacer todas las cosas del mundo”, dijo el artista en cierta ocasión. Partiendo de esa máxima, fue produciendo una obra a través del dibujo y la escultura, para lo cual se valió de elementos cotidianos como las prendas de vestir (chaquetas, pantalones), los alimentos (granadas, calabazas, mazorcas), los utensilios de cocina (ollas, cuencos) e incluso objetos decorativos de escasa importancia. Objetos que, merced a su práctica artística, alcanzaron la dignidad de las cosas elevadas a la categoría de símbolos ancestrales.

Vista de la exposición antológica de Joan Cardells, en Fundación Bancaja.

Su “mundo de grises y claroscuros”, por utilizar las palabras de su hijo Mario Cardells, es el reflejo de la contención lumínica con la que el artista iluminaba las partes sombrías de la condición humana. Allí donde la materia nos iguala (en polvo nos convertiremos), Cardells pugnaba por dejar el rastro de la presencia humana por frágil que fuera (incluso haciendo de esa fragilidad virtud), inscribiéndolo en soportes que en principio se oponían a acoger huella alguna.

“Es un artista sólido que a veces no tiene el resplandor de otros artistas estrella”, aseguró Llorens. “Merece ser más conocido y reconocido”, resaltó Alcón. Aquel rechazo del ruido, para, en la intimidad de su estudio, recogerse en silencio con el fin de desplegar en dibujos y esculturas los enigmas existenciales más profundos, adscritos en tenues superficies, le ha convertido en un artista a contracorriente de las modas, porque la suya pasaba por el interior mismo de lo perenne.

Eso que el filósofo Massimo Recalcati, en este caso refiriéndose a la obra de Antoni Tàpies, llamó el abandono de “la seducción de la mirada para ir hacia el misterio de la letra”, podría igualmente servir para adentrarse en el trabajo de Cardells, cuya estética se halla al servicio de un acto para el que se hace necesario un recogimiento casi espiritual.

Algunas de las obras de la exposición de Joan Cardells. Imagen cortesía de Fundación Bancaja.

“El proceso creativo no está nunca orientado por la intencionalidad de la conciencia. La investigación del artista es más bien un movimiento incierto, hecho de tanteos y tropiezos”, dirá en otro momento Recalcati. “Está lleno de tentativas, más que se soluciones absolutas”, precisó Llorens con respecto al trabajo de Joan Cardells, “centrado en el proceso de trabajo”, remachó el comisario.

 Y añadió: “Es un artista que, aunque se le clasifica como escultor, es un dibujante radical que, haciendo escultura, dibuja en el espacio”. El propio artista se refirió a sus grafitos como “coreográficos”, con “tendencia a bailar”, porque la sutileza de sus trazos, ya sean sobre superficies duras y resistentes como el hierro o el acero, o más blandas, como la cera o el mismo papel, poseen el lirismo de las notas musicales una vez ejecutadas para surcar el aire.

Esa dignidad que alcanzan los objetos cotidianos más prosaicos, sugiere ligazones con el arte povera italiano o arte pobre en la obra de Cardells. “No hay una voluntad manifiesta de relacionarse con él, sino que es consecuencia de sus reflexiones; de llevar la expresión a lo más elemental”, sostuvo Llorens.

Vista de la exposición de Joan Cardells, en Fundación Bancaja.

Las más de 200 obras presentes en la exposición, fruto del préstamo por parte de una treintena de instituciones públicas y colecciones privadas, han sido cuidadosamente dispuestas mediante un montaje que privilegia el gris, paradójicamente, para mejor iluminar los claroscuros de una humanidad que Joan Cardells engrandece con su trabajo poético.

La figura humana y el bodegón son sus dos grandes universos temáticos, tratados ambos sin solución de continuidad, puesto que, al igual que pasa del dibujo a la escultura, los individuos y los objetos forman también parte de una larga cadena de vinculaciones que retrata el viaje del sujeto a lo largo de su compleja existencia.

“El dibujo”, tras abandonar el Equipo Realidad, “le permitió alejarse de la pintura, limitar el uso del color y olvidar la dinámica del trabajo en equipo. Se trataba de imponerse un ejercicio disciplinado de vuelta al aprendizaje desde la humildad”, apunta el comisario. Humildad casi ascética mediante la cual Joan Cardells fue vaciando el mundo que conocía con anterioridad para, dejando la seducción de aquella mirada, poder ver la vida como un acontecimiento en perpetua renovación.  

Vista parcial de la exposición antológica de Joan Cardells, en Fundación Bancaja.