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María Ramis | Inmediatez y perspectiva en una colección que se abre paso
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2019
Jueves 13 de agosto de 2020

Podemos afirmar que la historia del coleccionismo en España está íntimamente ligada a la de las instituciones museísticas, un fenómeno que se extiende a países vecinos. Durante numerosas etapas, nobles, reyes, aristócratas y eclesiásticos se dedicaban a atesorar, bajo sus arcas, colecciones de objetos de valor artístico, científico y antropológico. La Revolución francesa no solo alteró la capas sociales del momento, sino que también marcó un antes y un después en el Museo del Louvre, cuyas puertas se abrieron a la sociedad.

Este fue el innovador modelo que se acogió en España para enseñar las colecciones reales, abriendo, por fin, el Museo Nacional del Prado en 1819. Así, el concepto de coleccionismo experimentó diversos cambios durante ese siglo XIX y, aún más, tras la dictadura, ya que debían tenerse en cuenta los cambios que se producían sobre una sociedad más abierta, democratizada y necesitada de esa identidad cultural casi arrebatada en el pasado.

Si, como afirmamos, la historia del coleccionismo está ligada a la de las instituciones museísticas, cabe remarcar que, particularmente, en la historia de España hasta mediados del siglo XX no se creó una institución propiamente dedicada a apoyar y promocionar a artistas del momento.

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Páginas iniciales del artículo publicado en MAKMA ISSUE #02.

A pesar de todo, ya han quedado atrás las protestas que en los años 50 algunos de los miembros de El Paso reclamaban –aquellos que, además de artistas, eran críticos y entre sus reprobaciones se encontraba la de no existir una conciencia colectiva para la realización de un arte español del momento, tal y como José Ignacio Gómez refiere en su artículo ‘El grupo El Paso y la crítica de arte’, para el número 11 de la revista ‘Espacio, Tiempo y Forma. Serie VII, Historia del Arte (1998)–, y el apoyo institucional al arte actual se convierte en algo ineludible e, incluso, aunque mucho más que mejorable, legalmente reglamentario.

Teniendo en cuenta este contexto y aceptando las implicaciones políticas de una decisión así, el pasado junio de 2018, tres amplias salas del Centre del Carme Cultura Contemporània (CCCC) de València se ocupaban con instalaciones, esculturas, pinturas, fotografías y videos; en general, piezas de arte que difícilmente encajarían en la acotación de una sola técnica, algo que viene siendo común y derivado de la multidisciplinariedad de los artistas actuales.

Todas ellas se caracterizaban por formar parte de un discurso más amplio: el primer acercamiento al establecimiento de una colección de arte contemporáneo perteneciente a la Generalitat Valenciana, una iniciativa encajada dentro del plan para incentivar el patrimonio artístico valenciano. Entre incertidumbres y divergencias –como ya reza el subtítulo del texto para el catálogo de ‘Primers Moments’, de Ricard Silvestre–, se presentaban las primeras 33 piezas de esta incipiente colección.

Tras los correspondientes actos y presentaciones para la prensa, cierta incertidumbre se veía reducida al afirmar que la continuidad en la compra era un hecho y no ya mero propósito. Esta realidad ha podido mostrarse al público este 2019 en el Museu de Belles Arts de Castelló, con la exposición ‘Peça 19’.

No obstante, este tipo de decisiones conllevan una serie de procesos de disgregación y conocimiento del panorama que son los retos a los que se han enfrentado profesionales encargados de escoger las obras.

Para ello, no se tuvieron en cuenta pautas generacionales, ni tampoco una restricción por temáticas, si bien es cierto que las propuestas debían pertenecer a artistas residentes en la Comunidad Valenciana o que su actividad profesional fuera ejercida, mayoritariamente, en territorio valenciano.

De este modo, se decidió comenzar por elaborar una lista de artistas abierta que atendía a criterios de creatividad, estéticos, históricos –debido a la convicción clave de que la originalidad se arraiga en el proceso histórico, pero también en la influencia futura– y económicos, que marcaban una guía para futuras decisiones y que, además, venían respaldadas por múltiples fuentes documentales.

Portada de MAKMA ISSUE #02, a partir de una de las obras del proyecto ‘Autocines’ (2019), de la fotógrafa Gala Font de Mora.

El resultado: un total de 51 piezas que juegan, intercambian y deliberan sobre algunas de las líneas de investigación imperantes en el panorama contemporáneo. Esta moldeable estructura se constituye en diversas direcciones, tangenciales y complementarias, como es la mirada al pasado, las propuestas feministas, las fricciones entre lo cotidiano y lo tecnológico, la cultura de la sostenibilidad y un claro binomio entre individuo y sociedad; todas proporcionan, además, manifiestos desavenentes sobre los debates más acuciantes.

La composición de estas líneas hace que todas se singularicen por su inmediatez, su composición poéticamente bidireccional y por mostrar esa doble perspectiva que imbrica con el trabajo artístico. No corresponde aquí apelar a la necesidad de que el sector público apoye y promocione las expresiones artísticas, el arte (más efectivo en minúscula por la capacidad demostrada de arrimarse al espectador, observador e, incluso, partícipe) en todas sus formas, sino simplemente resaltar la capacidad del artista para generar nuevas miradas.

Siendo así, diferentes técnicas y temáticas componen este contorno que empieza a vislumbrase mediante fotografía, pintura, obra gráfica, escultura, instalación, y ante la necesidad de incluir el formato performance –una herramienta ya común–, toda una serie de videos y diversa documentación sobre esos restos que genera.

Artistas más consolidados se encuentran con otros emergentes y, de manera paritaria en la selección, se pueden ir rastreando algunas de las bases conceptuales: dificultades en los procesos de comunicación, contextos de crisis, críticas al sistema socioeconómico, imposibilidad de la imagen, cuestionamiento del papel tradicional de la mujer, la capacidad de artificación de los nuevos medios e, incluso, la utilización de métodos sociales aplicados.

Una colección que, rememorando los inicios del coleccionismo, poco tiene que ver con el deseo de mantener casi en secreto el tesoro acumulado. Un paradigma divulgado, globalmente heterogéneo, que se equilibra, tal y como le corresponde a nuestros días, con la individualista percepción del ser.

‘Aquestes coses que fem avui dia’ (2015), de Damià Jordà.

María Ramis

Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #02, revista especial en papel con motivo del sexto aniversario de MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, en junio de 2019.