El sermón del bufón, de Albert Boadella
Teatro Talía
C / Caballeros, 31. Valencia
Del 21 al 26 de marzo de 2017

Albert Boadella, es decir, Albert el infantil, juguetón, transgresor, y Boadella el cívico, profesional, moderado. He ahí a una persona, un dramaturgo, un actor, dividido en dos. Por eso dice que “hacer de uno mismo es lo más difícil”, porque Albert y Boadella “no son exactamente iguales”. Como no lo somos ninguno de nosotros, de ahí la “contradicción de los humanos” que hace de El sermón del bufón, la obra con la que viene al Teatro Talía, algo más que una autobiografía del ex director de Els Joglars.

Contradicción que él no percibe en quienes forman parte de la “tribu catalana”, tal y como denomina a los nacionalistas de la sociedad catalana la que pertenece el propio Boadella: “El nacionalismo rebaja la mente de las personas a su estado más primitivo, puesto que apela al terruño y a la nostalgia de la tribu”. Y, ya puestos, no para: “El nacionalismo es ahora mismo la ultraderecha española, que creíamos desaparecida; es políticamente reaccionario”. En El sermón del bufón, que él escribe, interpreta y dirige trata este y otros temas de la sociedad que le rodea, de su vida, su oficio, su profesión y su infancia.

Albert Boadella posando junto al Teatro Talía de Valencia.
Albert Boadella posando junto al Teatro Talía de Valencia.

“La esencia del artista está en la infancia”, dice. A ella ha recurrido a lo largo de sus 56 años de oficio que, a través de fragmentos, rememora para llegar a la igualmente contradictoria conclusión de las luces y sombras que atesora su profesión. “Mi oficio, a pesar de lo que me gusta, no sale muy bien parado”. Al conjunto lo acusa de “falta de libertad, de pensamiento único; todos hechos a medida”. Se extraña de la domesticación de los comediantes o bufones a los que representa y de lo igual que terminan pensando todos ellos en cualquier materia, ya sea de Palestina, Israel, España o Cataluña.

“Esa libertad que ha caracterizado a mi oficio se ha perdido”. Y apela al lema que dio sentido al trabajo de Els Joglars, “nada es lo que parece”, para sentenciar que la búsqueda de la verdad se halla detrás de las apariencias: “Las personas que más putadas me han hecho son las que van de buenos”. Entre las más recientes, la tala hace un año de tres cipreses de su jardín, que motivó su protesta junto a la siguiente pancarta: “Aquí crecían tres cipreses, unos cobardes los talaron una noche, quieren imponer el pensamiento único en Cataluña”.

Cartel de El sermón del bufón, de Albert Boadella. Imagen cortesía del Teatro Talía.
Cartel de El sermón del bufón, de Albert Boadella. Imagen cortesía del Teatro Talía.

Eso sí, advierte que actualmente no hay problemas de censura, siempre y cuando “al igual que antes la iglesia católica no se tocaba, no te metas ahora con el nacionalismo”. Ese retroceso en la libertad de expresión le lleva a Boadella a considerar que el teatro de los últimos 30 años “tiene un envoltorio mucho mejor, pero el contenido tiene menos interés”. “No se renueva el lenguaje y la belleza, que es el objetivo del arte, desaparece”, añade, concluyendo que, a falta de esa belleza, el nivel reivindicativo “se hace cutre”.

A juicio del bufón, el teatro se ha dividido entre popular e intelectual, de manera que “si va mucha gente al teatro, como pasaba con Els Joglars, se dice que es comercial y se desprecia”. Boadella ve, en cambio, positivo que sea la gente que pasa por taquilla la que sostenga el teatro, en lugar de las subvenciones: “La libertad al final te la da el público”. Y el público que vaya al Talía se encontrará con una serie de sermones teatrales (“en el teatro siempre se hacen sermones”), que obligan al actor a extremar su oficio. “La realidad hoy es mucho mejor que la ficción, lo cual te obliga a hacer más arte que antes”.

Y se explica: “Ves cosas en televisión que no se ven sobre un escenario, donde nos quedamos cortos”. De ahí que insista en la necesidad del teatro de hurgar en aquello que se oculta tras las apariencias: “Nosotros tenemos que buscar la verdad profunda de las cosas”. Verdad que entra muchas veces en colisión con instituciones políticas y religiosas, tal y como aparece contenido en las palabras sermón y bufón: “El rifirrafe con las iglesias por parte del teatro siempre ha existido, quizás porque es un problema de competencia”.

Liberado de la carga institucional que supuso dirigir los Teatros del Canal de Madrid, Boadella parece ahora más Albert. “El lado cínico, lo justo para vivir en sociedad, se complementa con ese otro lado más asilvestrado del actor”. Actor que elogia a su vez a Arturo Fernández (“actor en muchos aspectos desaprovechado”) y que recuerda entrañablemente al Rey Juan Carlos, “quizás porque hubiera sido un buen bufón para él”, concluye irónico.

Albert Boadella posando junto al Teatro Talía de Valencia.
Albert Boadella posando junto al Teatro Talía de Valencia.

Salva Torres