Hace algunas semanas tuve la suerte de coincidir con Carlos Madrid, director de La Cabina. Fue un encuentro casual, ambos asistíamos a una fiesta organizada por el Festival Catacumba en Godella. Durante horas estuvimos hablando del festival, de su trabajo interno, de la perseverancia para que siguiera vivo y del amor que profesaba Carlos por él. Me encontré en la charla con alguien cercano, ducho en cine y en publicidad, alguien que sabe el terreno que pisa, porque lleva ocho años en él y su crecimiento escalonado le ha dado esa seguridad. Quedaban pocos días para el festival y sus ojos denotaban impaciencia por ver realizado lo que ya existía sobre el papel.

Unos días después comenzaba el único festival de mediometrajes del mundo. El día de la inauguración estaba llena la filmoteca, no sólo se presentaba el festival, sino que también se iba a proyectar una de las películas de la sección especial, “Superman no es judío (…y yo, un poco)” del director francés Jimmy Bemon. Para el inicio de tan importante evento el realizador acudió, después de sufrir un cólico (con lo doloroso que es), para compartir con nosotros algunos secretos del film. Y con ese mediometraje, medio sátira medio serio, sobre la situación de los judíos en Francia y su religión, daba comienzo un festival que le debe su nombre, La Cabina, al mediometraje de Antonio Mercero de 1973. Un nombre muy bien escogido, porque a media España le hizo temblar de miedo una película que se salía de los convencionalismos ya desde su propia duración. El festival bebe mayoritariamente del país vecino, debido al apoyo gubernamental y de público que tiene, y es que Francia aportaba hasta 7 mediometrajes. España tampoco se quedaba atrás, y aunque todos sabemos que las cosas por aquí no son fáciles para los cineastas, y en éste formato mucho menos (en un momento en el que el cortometraje está viviendo su segunda o tercera juventud), con dos producciones propias y una coproducción. Carlos Madrid y sus huestes no sólo programaron una semana de intenso cine, sino que quisieron dotar a la experiencia del festival de una programación paralela llena de recovecos imposibles, de guiños a la experimentación y de laboratorios de ideas geniales. La sección Amalgama, era eso, un nutrido conjunto de extrañeces, de raras avis audiovisuales estimulantes y difícilmente exhibibles en festivales menos aventureros, con formatos como video-arte, documental creativo o cine experimental. En ella vimos, entre otros, “Ivan Z”, “Dime quién era Sanchicorra” o el documental “El Gran Vuelo” de Carolina Astudillo. Un acierto fue el de la sección La Cabina Inèdits, donde se rescataban mediometrajes de directores bien consagrados, tales como Fellini con “Fellini: a director’s  note book” o “La Era de Nandú” de Carlos Sorín.

Pero lo que realmente me interesaba era comprobar el buen estado de salud del formato, porque el festival es el único evento así, de esas proporciones, en el mundo. Y he de reconocer que el diagnóstico es muy bueno visto lo visto. La Cabina quería éste año ser políticamente incorrecta, romper absurdos tabúes, y por qué no, llegar a otro tipo de público, y así, con valentía (a veces para proyectar películas que han despertado ciertas corrientes de opinión hay que ser valiente) exhibieron “Interior: Leather Bar” de James Franco y Travis Mathews. En éste incisivo y explícito mediometrajes los directores querían imaginar cómo eran los 40 minutos perdidos de la películas “A  la Caza”, (“Cruising”, 1980) y para ello desafían a los que estamos delante de la pantalla, ¿por qué le produce pudor al espectador ver el amor o el sexo entre personas del mismo sexo?, ¿por qué nos hace sentir incómodos? La obra es interesante como ejercicio de metacine y de reflexión sobre la moral, pero poco más. Otro de los aciertos de los programadores ha sido en esta edición, la de incluir el celebérrimo medio “Kung Fury” de David Sandberg. Un mediometraje divertido, lleno de reminiscencias al cine de serie b americano. Un éxito sin paragón en la red, y por descontado en el mundo del mediometraje, con lo cual debía estar en el festival, ¿cómo no va  estar el mediometaje más visto de Internet en el festival más importante de mediometrajes del mundo? Con estos trabajos el festival abre sus brazos a diferentes géneros, algo que se agradece, pues no acota el evento a unos pocos géneros, otra cosa es que la producción de éste tipo de trabajos sea alta o baja.

Durante unos días no podía quitarme de la cabeza la interpretación de Simon Schwartz y de la pequeña Julia Pointner, del fantástico mediometraje “Todo irá bien” de Patrick Vollrath. Sin duda de lo mejor que ha pasado por la filmoteca en esta edición. El drama de “Terremere”, con la presentación de su director Aliou Sow, nos dejó sorprendidos, yo lo vi el viernes, misma noche de los atentados en Francia.

A la sala no dejaba de entrar gente: jóvenes, mayores, novios, amigos… el festival era un hervidero todo el rato, incluso en la proyección de “Terremere” a las 10 pm de un viernes, donde el público aplaudió sin parar. “¿En tu casa?” del Sylvia Borges, me pareció una delicia, llena de momentos hilarantes, y de esos primeros cosquilleos en el estómago al despuntar los sentimientos de amor. Por último, aunque vi unas pocas más, “Nocebo”, que me recordó a cualquier película de acción, rápida, llena de matices, con una trama que por más que fuera poco original rezumaba dinamismo, con una música muy buena. ¿Quién dijo que en los mediometrajes solo cabe el drama? No podemos olvidar las cifras en las que se movía éste año el festival, y que parece que el Ayuntamiento se ha comprometido en mejorar, que transformaban al evento en una continua carrera de obstáculos. Con 15.500 euros, que fue el presupuesto que nos dijo Carlos Madrid en la presentación, ha conseguido llevar a cabo un festival a la altura de los más prestigiosos, esos que solo con el nombre ya consiguen patrocinadores, subvenciones y televisiones a su alrededor.

Pero todo lo bueno llega a su fin, y éste festival, quizás de los mejores de la Comunidad, tenían que cerrar la persiana para trabajar en el próximo. La NAU fue el lugar elegido para la clausura, en ella pudimos ver la película  ganadora de la sección Amalgama, la del premio del público y la de Mejor Mediometraje. Recordándonos que el mediometraje no es medio largo ni un poco más que un corto, es un formato con entidad, con personalidad, y tal vez festivales como éste demuestran que es necesario abrir más los ojos a otros formatos, porque, ¿para qué alargar una historia con paja o para qué meter subtramas sin sentido y carentes de coherencia, si se pueden hacer con su duración adecuada? Sin más. ¡Viva el mediometraje!

Palmarés

Dirección, Jean-Guilaume Sonnier por “Petit Homme”.

Guión, Lander Camarero, Nizar Rawi y Mohammed Rohaima por “A serious Comedy”

Actor, Simon Schwartz por “Todo irá bien”

Actriz: Malin Crèpin, “Lulu”

Fotografía, Jan-Marcello Kahl, por “Nocebo”

Música, Philippe Langlois, por “Lobos Solitarios en modo Pasivo” y G.J. Echternkamp, Morgan Kibby y Eben Smith, por “Para los que siempre es complicado”

Premio público: “Terremere” de Aliou Sow

Mejor Mediometraje: ‘Teenland’, de Maria Gratho Sorensen

Mención Especial: “Interior: Leather Bar” de James Franco y Travis Mathews

Premio Sección Amalgama: “El Gran Vuelo” de Carolina Astudillo

Mención especial: ‘Dime quién era Sanchicorrota’, de Jorge Tur Moltó

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Javier Caro