Paisajes de dentro afuera
Fernando López 2007-2014
Aula de Cultura La Llotgeta
Plaza del Mercado, 4. Valencia
Hasta el 16 de enero, 2015

Como cualquier otro internetés de primera hornada, es decir, 1.0, antes fui un simple homínido; y el primer día que caí en ello tropecé contra una realidad que no era la mía, mejor dicho, que no era yo, porque llegar a ser cosas mías, o yo del todo, viene mucho más tarde. Ese día del primer tropiezo, que se ha de repetir hasta consolidarse y confirmarlo, ese día supe que afuera no estaba yo, y ese día fui uno.

El lector pensará que eso no es nada nuevo; no lo es, pero ocurre cada vez que un homínido salta de la cuna para abordar la realidad que le circunda, a cada golpe contra el entorno se descubre uno, y aprende que no es lo otro. Aunque existe un momento de importancia mayor, cuando se comprende como individuo autónomo y bien diferente al resto.

Obras de Fernando López. Imagen cortesía del Aula de Cultura La Llotgeta.
Obras de Fernando López. Imagen cortesía del Aula de Cultura La Llotgeta.

La literatura no se pone de acuerdo sobre cuándo surge la conciencia de lo individual entre nosotros (un nosotros que deberíamos ceñir a los europeos que se expandieron por ahí dando lugar a distintos modos de entender el mundo, pero siempre en nuestro idioma) y, según quien, lo presentan como conciencia alumbrada en el Renacimiento del siglo XII europeo, otros lo trasladan al Renacimiento, que echa los dientes en el XIV, pero no habla con autoridad hasta bien entrado el XV, y resulta llamativo que esa conciencia de individualidad, de un ser yo muy distinto, tanto a la realidad que se nos enfrenta cuanto al resto del mundo, surja y se consolide en el XVI, para después dejarnos ver las cosas del exterior de manera enteramente ordenadas, bajo la forma de paisajes, primero urbanos con la plenitud del Renacimiento, y más tarde naturales, a raíz de su decadencia.

Obras de Fernando López. Imagen cortesía del Aula de Cultura La Llotgeta.
Obras de Fernando López. Imagen cortesía del Aula de Cultura La Llotgeta.

En ese momento el individuo cobra protagonismo en la historia de Europa, mucho antes de la aparición del burgués por la Francia del XVIII, quien aprende a mirar atrás y verse muy distinto, ya no a lo otro, sino de lo anterior, de nuestro pasado, como bien supo mostrar Giovanni Battista Piranesi, nuestro primer contemporáneo.

¿Por qué me doy una vuelta por el tiempo, a mí que no me interesa nada la historia? Para desandar la mía y explicar mi entusiasmo con el paisaje de datos (el datascape de este internetés de primera hornada).

Obras de Fernando López. Imagen cortesía del Aula de Cultura La Llotgeta.
Obras de Fernando López. Imagen cortesía del Aula de Cultura La Llotgeta.

El día que empecé a flipar con el paisaje, y sus representaciones más estáticas, el jardín en todas sus variantes, o dinámicas, paisaje puro más tarde hecho land-art, ese día salí de paseo con Fernando López y comencé conversaciones interminables sobre la naturaleza de la representación y su capacidad para plasmar conceptos; incluso, cuando todavía me permitía tales excesos, llegué a explorar con él las fuentes mismas de la naturaleza en los parajes olvidados de Riópar, en su Albacete natal, bajo la excusa de la exploración de arquitecturas industriales abandonadas, con la carga romántica que tiene asomarte al pasado.

Hoy, cuando los interneteses 1.0 escapamos de la conexión perpetua, volver sobre esos paisajes, que insisten en hallar el mejor acomodo sobre maderas encontradas a las que se pregunta qué imagen podrían recibir; hoy, regresar sobre todo eso, me sigue dejando con idénticos interrogantes y ninguna respuesta, pero me enseña cuándo, por qué, e incluso con quién, comencé a tratar de verme a mí proyectado sobre el orden de formas y colores que es el paisaje y, como contraparte interesada en ahormarme, soy yo como individuo. Porque mirar no es ver; y cuando ves, miras de otro modo.

Detalle de una de las obras de Fernando López. Imagen cortesía de La Llotgeta.
Detalle de una de las obras de Fernando López. Imagen cortesía de La Llotgeta.

Nilo Casares