‘Plàtan-siesta’, de Artur Heras
Fachada del IVAM
Guillem de Castro 118, València
Hasta el 21 de marzo de 2021

Artur Heras, en lugar de despertarse una mañana, “tras un sueño intranquilo”, convertido “en un monstruoso insecto”, vio la figura de un gran plátano sobre una enorme cama. ‘La metamorfosis’ de Kafka, a la que alude el propio artista como germen de su obra ‘Plàtan-siesta’ (1970), sufre de esta forma otra metamorfosis menos siniestra y más lúdica, al estar a su vez influenciada por ‘El hijo del hombre’ de Magritte, donde el autor belga pinta a un sujeto cuyo rostro está oculto tras una manzana. Del insecto, producto de una pesadilla, a la verde manzana, fruto de un sueño menos oscuro, pasamos al plátano que, desde este pasado viernes, ocupa la fachada del IVAM.

El gran plátano amarillo descansa sobre una enorme cama, en tanto lecho que tan pronto sirve como tálamo nupcial, que se convierte en nicho mortuorio. “La cama es el elemento doméstico más onírico que hay. Uno nace y muere ahí”, apuntó el artista, manifestando que el lienzo ‘Plàtan-siesta’ reaparecía, 50 años después, “versionando el espacio interior como iniciaron Kafka y Magritte”. Un espacio interior sin duda inquietante, que se nutre de las peores pesadillas y de los más edificantes sueños.

Artur Heras
Artur Heras, junto a su obra ‘Plàtan-siesta’, en la fachada del IVAM.

“Dicen que mi obra tiene un aspecto irónico, lo cual pienso que es importante tanto en las relaciones humanas como en las plásticas, siempre que esa ironía no sea burda”, explicó Heras. Ironía que, al modo surrealista de raigambre kafkiana o, con perdón, magrittiana, traza el magnético poder de la obra de Artur Heras. Diríase, como creía firmemente el novelista Patrick Modiano con respecto a ese surrealismo, que incluso las cosas que nos parecen más banales “contienen un misterio que, si uno las mira fijamente, acaba por desvelarse, como si todo tuviera una especie de subrealidad. Hay misterio en todo”.

Artur Heras, sabedor de que ese misterio constituye la esencia del acto creativo, seguramente vio en ese plátano de 1970, una mañana que se despertó somnoliento, la dimensión onírica que trasladó al lienzo y que ahora, 50 años después, ha ido agrandándose hasta alcanzar esa otra dimensión que acapara la fachada del IVAM: una obra de 9×9 metros. Obra, paradójicamente, tapada parcialmente desde la carretera por unos plataneros, estos sí a tamaño natural, a modo de contrapunto entre la naturaleza exterior y la naturaleza interior propiamente del artista arrebatado por las musas.

Artur Heras y José Miguel Cortés, bajo la obra ‘Plàtan-siesta’. Imagen cortesía del IVAM.

Si a todo esto le añadimos el hecho, subrayado por Artur Heras, de que se trata de una pintura, “en una época en la que la pintura no es primera dama”, entonces el fuera de lugar de la intervención queda completado. Fuera del lugar común, cotidiano, con el que percibimos la realidad, para adentrarnos en ese mundo onírico de ‘Plàtan-siesta’ que ocupa, si aceptamos la media de ocho horas diarias de sueño, un tercio nada despreciable de nuestras vidas.

Heras, haciendo caso a André Breton cuando se dirigió a su querida imaginación (“lo que amo sobre todo en ti es que no perdonas”), no ha dejado a lo largo de su dilatada y brillante trayectoria de tirar de esa imaginación imperdonable, para seguir realizando una obra plástica sorprendente, así pasen los años: “Sigo siendo joven”, replicó a un periodista que quiso llevarle al año de creación de la obra allí expuesta, para anotar las muchas décadas de trabajo a sus espaldas. “Yo trabajo de forma diacrónica, volviendo sobre obras del pasado, porque la vida no tiene una línea continua, está llena de altibajos”.

‘Plàtan-siesta’ (1970), de Artur Heras.

La pandemia que viene a contextualizar su obra, destacando el aspecto más kafkiano, en un septiembre soleado, de un color tan amarillo como el plátano de un sueño más florido, también da lugar a cierta reflexión por su parte con respecto al otro elemento de la cama: “Es sinónimo de concentración humana en hospitales, acuartelamientos y similares. Habla de la memoria, de la gravedad de los cuerpos sólidos, de una materia pesada que hay que transformar en vez de olvidar”. Materia pesada como la del “duro caparazón” de la espalda de Gregorio Samsa, que vio “la figura convexa de su vientre oscuro, cuya prominencia apenas si podía aguantar la colcha”.

De nuevo la rima literaria y plástica, puesto que la colcha de la cama que aparece en ‘Plàtan-siesta’ también sugiere las arrugas de lo que pierde consistencia. Arrugas vinculadas con esos agujeros por los que parecen colarse y desaparecer los sueños, siguiendo la propia interrogación que formula el artista, como contrapunto a ese signo de interjección incluido en la obra: “Una cabeza en exclamación, entre otros puntos formando un pequeño mapa de constelaciones”.

‘Plàtan-siesta’, de Artur Heras, en la fachada del IVAM.

El proyecto ideado por Artur Heras dentro de la línea IVAM Produce, con el que José Miguel Cortés, director del museo valenciano, está a punto de ceder el cargo a Nuria Enguita, su sucesora a partir del próximo día 23, sirve de contrapunto irónico al sueño culminado de quien se va y a ese otro sueño de la que empieza. El plátano, cuya piel es sin duda resbaladiza, testimonia los avatares del IVAM que Artur Heras, artista referente dentro del arte en la Comunidad Valenciana (“no se puede entender sin conocer su obra”, subrayó Cortés), ha seguido siempre desde muy cerca.

Y un último guiño. Recientemente, el artista Maurizio Cattelan vendió por 120.000 dólares la obra ‘Comedian’, que consistía en un plátano pegado a la pared con cinta adhesiva. Otro artista, David Datuna, se comió ese plátano a modo de performance con la que venía a denunciar cierta estupidez del arte contemporáneo. “Las redes sociales piden escotes, porque se consumen. Eso se difunde y lo más profundo queda silenciado”, lamentó Heras, mientras su plátano hecha una profunda siesta en la fachada del IVAM, de la que despertará el 10 de marzo de 2021.

‘Plàtan-siesta’, de Artur Heras. Imagen cortesía del IVAM.

Salva Torres