Eros ha muerto. Relatos impíos, de Pilar Pedraza
Ediciones Valdemar
Valencia. Mayo de 2019

Algunos espejos son mucho más que elementos decorativos o útiles para acicalarse y funcionan como puertas entre dos mundos. El que tiene Julia en su estudio comunica directamente con el Olimpo. Gracias a él y a la asistencia de sus dos gatos, Lucky y Manuelo,  accede al reino de los dioses por el que vaga haciendo de las suyas el pequeño Eros y su pandilla: Antero, Ganímedes, Harpócrates, Hebe… Como culminación a su pasión por el mundo clásico Pilar Pedraza reúne en su último libro un puñado de relatos en el que las deidades paganas cobran vida a través de la mirada de la mujer contemporánea: ‘Eros ha muerto. Relatos impíos’ (Valdemar), con prólogo de Luis Pérez Ochando y bellas ilustraciones que rubrican cada historia. Con su inconfundible estilo delicado y erudito, plagado de referencias artísticas, Pedraza deleita e ilustra al lector inyectando  una  dosis de fina ironía a quien gobierna el sentimiento por el que más tonterías se cometen: El Amor. 

Portada del libro de Pilar Pedraza.

Su anterior libro, Pánikas lo escribió en apenas unas semanas. En éste ha invertido mucho más tiempo. ¿A qué retos se tuvo que enfrentar?

Son dos obras diferentes. Pánikas, a pesar de su misticismo y su misterio, es un juguete literario que pretende ser fantástico por la presencia del dios Pan. Se lee en dos horas, y hay quien dice que lo que tiene de poético recarga con buenas energías las pilas del lector. Esto no lo sé. Salió de mi mente como agua que sale de un grifo. El Eros ha muerto, por el contrario, ha costado casi tres años y es una obra de gran dificultad constructiva, aunque se lea con facilidad, si el lector está libre de prejuicios realistas y se deja llevar por mi propuesta. He trabajado mucho en ella, pero creo que ha valido la pena. Estaba cansada de contar historias lineales, me propuse ensayar algo diferente y ofrecerme a mí misma una sorpresa. El resultado es la unión de diversas voces. Una de ellas, cercana a nosotros, nos lleva de la mano por un jardín de aventuras perversas e irreverentes, cuyos protagonistas son dioses, sobre todo la revoltosa chiquillería del Olimpo. Eros ha muerto, pero deja tras de sí una estela de risas cristalinas.

¿Siendo escritora feminista, por qué eligió a Eros como protagonista?

Se trataba de reírse de uno de ellos, el más misógino y malvado, el más tóxico con las mujeres, humanas o divinas. Las diosas intervienen en la obra, en su magnífica grandeza pero también con su encantadora presencia, como la joven Hebe, a la que yo llamo princesa de Asturias por ser hija de los reyes Júpiter y Juno. También las hay miserables o peligrosas, como…¡no se me ocurre ninguna! Soy feminista, pero no sexista, y menos cuando escribo. La cultura, aunque sea producto de una civilización patriarcal, es patrimonio por igual de todos y de todas, y no hay líneas rojas o no debemos ponérselas, sino agarrarla bien y exigir nuestra parte. Al fin y al cabo, la misoginia y el machismo se ponen muy nerviosos cuando se les planta cara o se creen expropiados de “su” patrimonio, que también es el mío.

Pilar Pedraza. Imagen cortesía del autor.

Su Eros se aleja mucho de la imagen que tenemos de él, pues lo presenta como un insolente entrometido.

Mi Eros está enfadado porque cree ser un dios primordial, el más antiguo, hijo de las Tinieblas y de la Noche, pero ocupa un papel secundario en la mitología popular como hijo de Marte y Venus. En el libro es el típico adolescente insoportable y gamberro, del que huyen dioses y hombres. Aborrece, además, a las parejas de enamorados heterosexuales, porque es un dios cuyo origen y naturaleza es homosexual como protector de la palestra –no de los juegos, que son de Apolo- y del “efebato”. Me he divertido mucho al crearlo tan deslenguado y chuleta, con su flequillo trasquilado y sus peligrosas armas. Pero es definitivamente adorable, como lo son sus amiguitos del Olimpo: Ganimedes, la casta Hebe y el discreto grecoegipcio Harpócrates, con los que se mete en grandes berenjenales.

Eros ha muerto y también El gran Pan ha muerto, titula uno de los relatos. ¿Cómo afectan estas simbólicas muertes a la sociedad? 

La vuelven más tosca, menos erótica y menos divertida. Yo me siento más protegida si creo en la diosa del umbral o la de las gomas de borrar, que bajo el manto de la Santísima Virgen.

Sin embargo, el erotismo sigue muy vivo.

Lo que siempre ha habido y habrá es el sexo, más o menos idealizado, que impide la extinción de nuestra especie; pero al erotismo no lo consideraría tan vivo. Es una quimera. Lo que hay es mucha confusión, un dios devorador que es el capitalismo, y sobre todo mucha roña en la mente y las finanzas de los curas, talibanes y carcamales. Las mujeres sufren en sus carnes un déficit de erotismo por dos motivos: la misoginia de la sociedad y la generalizada torpeza viril para el juego amoroso.

¿Quienes son hoy los dioses? 

Hoy no hay dioses, abundan los payasos y los grandes delincuentes. Puedo reconocer a un dios o diosa en cuanto lo veo, y le aseguro que veo bien pocos y sólo en sueños.

Pilar Pedraza. Imagen cortesía del autor.

Bel Carrasco