Arañas de Marte, de Guillem López
Editorial Valdemar

Valencia en un futuro próximo es el marco donde transcurre la historia. La de una pareja feliz y acomodada que sufre una  pérdida traumática que trunca sus vidas. En la última novela de Guillém López, ‘Arañas de Marte’ (Valdemar), el horror no procede de la inesperada irrupción de monstruos alienígenas o criaturas mutantes, sino de los abismos que afloran en el inconsciente.

Como un acróbata que camina sobre esferas, López mantiene un delicado equilibrio entre lo real y reconocible, por una parte,  y los sueños y falsas visiones que genera la mente por otra. El asombro no surge de hechos extraordinarios o sucesos prodigiosos, sino de la propia estructura envolvente del relato que traza círculos y elipses sumergiendo al lector en un laberinto espacio temporal.

Portada de 'Arañas de Marte', de Guillem López.
Portada de ‘Arañas de Marte’, de Guillem López.

«En todas mis novelas, la estructura es un elemento narrativo más», dice López. «En ‘Challenger’ representaba la formación de la realidad desde lo nuclear; en ‘La polilla en la casa del humo’ los capítulos cortos y directos acompañaban la opresión de un escenario subterráneo. ‘Arañas de Marte’ es, lógico, una telaraña. Así lo imaginé al trabajar el libro, como una red, neuronal o no. El problema es que diseño artefactos que después tienen que encajar en un libro, con todo lo que eso conlleva. Los libros tienen una tapa y una contra, un capítulo primero y un último, y los lectores saben dónde comienza y cuál es el final, buscan, por costumbre, una lógica lineal a las historias. Sin embargo, en ‘Arañas de Marte’, todas las historias ocurren al mismo tiempo. No hay un antes ni un después, sólo un plano que se despliega frente al lector. Así hay que afrontar el libro, como un desplegable de esos, un pop-up literario».

La muerte del hijo

La muerte del hijo es el desencadenante de un proceso que afecta el cerebro de Hanne, la protagonista, como un tumor corrosivo que la atrapa en una malla de realidades superpuestas. «Me centré en el paradigma de la muerte del niño por dos motivos. En primer lugar, comencé a escribir la novela a los pocos meses del nacimiento de mi hijo, así que fue una manera de afrontar mis propios miedos. Durante su primer mes de vida sufrí de ansiedad y miedo, auténtico pánico. Yo, una persona que jamás había temido a la muerte, descubrí un sufrimiento que era nuevo para mí. Así que me puse a escribir sobre ello, sobre una pareja joven cuyo hijo enferma y muere. Parece escabroso, quizá lo sea, pero me ayudó».

«En segundo lugar, creo que pocas cosas representan tan bien el caos como la muerte de un niño. Ordenamos el mundo, ponemos fronteras, medidas y horarios para convencernos de que hay un orden natural, que hay lógica y finalidad en la vida. Pero no es así. Aprendemos pronto que mueren nuestros abuelos, nuestros padres, después comenzarán a morir nuestros amigos y un buen día nos tocará a nosotros. Ese es el orden natural. La muerte de un niño representa la irrupción brutal del caos en el orden artificial y plástico del primer mundo. ‘Arañas de Marte’ es la descomposición de esa realidad diseñada como corsé de nuestra cordura».

La locura y cómo afecta a los seres queridos de quien la padece es otro de los temas recurrentes de la novela. «Hay algo arquetípico en ello, como Saturno devorando a sus hijos. Es una clase de horror primigenio que te devora metafóricamente. La demencia es la desintegración del yo que conocemos. Es un tema habitual en el cine de terror porque funciona, porque no podemos soportar ciertas traiciones, las de una madre o un padre son las más terribles, y porque, de alguna manera, también representan Eros y Tánatos en nosotros mismos. Nuestros seres queridos pueden matarnos, tienen nuestro permiso y colaboración. Así que, en cierta manera, lo que asusta de verdad es asomarse al vacío de la autodestrucción a través de los otros».

Cubierta de 'Challenger', de Guillem López.
Cubierta de ‘Challenger’, de Guillem López.

López se declara rotundamente fiel a lo fantástico, aunque no  descarta aparearlo con otros géneros. «Los libros no cuajan en España, pero el género fantástico se mantiene, incluso crece año tras año. Hay más editoriales y también más aficionados. Lo que todavía existe es el prejuicio, pero eso pasa en todas partes. ¿Acaso no se dan aires los escritores costumbristas americanos, franceses, italianos? El realismo se da importancia, lo lleva en sus genes, es consecuencia de la Ilustración. Para cuando llegó Freud, ya nos habían puesto la etiqueta de género periférico y el prejuicio se había normalizado. Pero el mundo no se puede explicar sin lo fantástico. Personalmente, creo que tener prejuicios contra cualquier género hoy en dÌa es una estupidez porque lo fronterizo, transgénero y transmedia es lo que salvará a la literatura en general, si tiene salvación, y a la novela en particular. Las propuestas y planteamientos más interesantes, a día de hoy, tienen lugar en la ciencia ficción o en su órbita, aunque se camuflen».

Tras una carrera meteórica jalonada de premios, López ha accedido a una dimensión superior al ser incluido en el catálogo de la selecta editorial Valdemar en la que sólo figuraban hasta ahora un par de autores valencianos: Pilar Pedraza y Emilio Bueso, nacido como López en Castellón. «Quiero pensar que es un paso importante, uno de esos hacia adelante, por el prestigio de la editorial, la tirada, la distribución, el alcance y porque me abrirá otras puertas. Pero después pienso: ¿qué carrera? Yo no tengo prisa por llegar a ningún lado», concluye López.

Guillem López. Imagen cortesía del autor.
Guillem López. Imagen cortesía del autor.

Bel Carrasco