Documentamadrid 2013
Cineteca (Matadero Madrid)
Paseo de la Chopera, 14. Madrid
Del 5 al 12 de mayo.

De las cocinas de la Cineteca de Madrid surgió, por encargo del ayuntamiento de la ciudad, la dirección de esta nueva edición del festival de documentales Documentamadrid. Un cambio de rumbo, precisamente, para este décimo aniversario del certamen, momento ideal para hacer cuentas de lo trascurrido o establecer nuevas directrices. Como nos cuenta Mikel Olaciregui, director del evento, una ocasión para “clarificar lo que era el contenido del festival, haciéndolo más a imagen y semejanza de los festivales internacionales, con una sección oficial de cortos y documentales”.

Es momento para hacer, en primer lugar, recuento del estado de salud de un género, el documental, que, como obra independiente, siempre ha tenido más dificultades que la ficción para encontrar su lugar en los canales tradicionales de exhibición. A pesar de los obstáculos, Olaciregui, ya desde su experiencia en Cineteca, constata su buen estado de salud. Un vigor que, sin duda, se debe a la existencia de “un público muy fiel, muy dispuesto y yo creo que muy creciente”. Incapaz de competir con las campañas de promoción del cine más comercial, el documental se debe, más que a la publicidad, a “la comunicación directa, la comunicación en redes sociales y la comunicación viral”, otra de las claves de su supervivencia. Así, “cuando se cruzan las redes sociales con la gente que está interesada en una temática o la gente que está interesada en el documental, en general, se obtienen resultados muy positivos”. En estas condiciones, festivales como Documenta se presentan para el género como “un factor de corrección al sistema de distribución comercial”, (…) un servicio, no sólo para los espectadores, sino, también, para muchos cineastas que tienen sus películas y no consiguen una sala para estrenarla”.

Con estas premisas arranca, entonces, esta nueva edición del certamen en el que se presentarán más de 70 trabajos entre películas a concurso o ciclos paralelos, y en cuya selección, nos dice Olaciregui, han tratado de “no incidir en un mismo tipo de temáticas o en un mismo tipo de formas de narrar. Lo que hemos intentado es que la programación sea lo más amplia y abierta posible.” Encontramos así, temáticamente, desde “el cine político hasta cine muy intimista que a través de vivencias personales trata de dar respuesta a cuestiones importantes que se plantea el ciudadano en el siglo XXI.” Son películas que provienen de todas partes del planeta, de China a Portugal, pasando por Suiza, Brasil, Alemania, Estados Unidos o España, una ventana ideal a la realidad social, política, económica y cultural de nuestro tiempo.

El desencanto. Jaime Chávarri. Imagen cortesía del Festival Documentamadrid.
El desencanto. Jaime Chávarri. Imagen cortesía del Festival Documentamadrid.

Destaca Olaciregui en la sección oficial, como muestra de lo que se va a ver en esta semana de proyecciones, trabajos como The gatekeepers “que cuenta, desde el punto de vista de los servicios secreto israelíes, lo que ha sido el conflicto palestino-israelí desde la guerra de los 6 días hasta la actualidad”. O como Mea Máxima Culpa, de Alex Gibney, director que ha ganado el Oscar en un par de ocasiones, película que “trata de los abusos de parte de un sacerdote a 200 niños sordos y que fue un caso muy sonado y que llegó a involucrar al propio Vaticano”. Entre estos dos polos, encontramos todo tipo de temáticas, mucho más mediáticas, como la que trata Google and the world brain de Ben Lewis, largometraje que cuenta con co-producción española y que, en estos tiempos del to share, nos hablará sobre el litigio que sufrió Google cuando intentó volcar en su motor de búsqueda millones de obras literarias. Ya se sabe, los entresijos de esta guerra descarnada entre las empresas de Internet contra los derechos de autor. Pero no sólo los grandes temas, también historias más pequeñas, personales, como en Elena, de Petra Costa, de Brasil, que cuenta el viaje interior de una chica en la búsqueda de una hermana que años atrás abandonó el domicilio familiar. Como recuerda el director del certamen, “una variedad de temas y de estilos narrativos muy considerable en lo que es la selección.” Pues eso.

 Será ya en la sección Panorama donde encontremos una selección de lo mejor de la producción de no-ficción de nuestro país. Una sección que continúa la programación que durante el año preparan desde la Cineteca, “una instantánea de ultimísimo, del más reciente cine documental que se ha producido en España y que todavía estaba inédito en Madrid.” Son trabajos que, sin ser novedad absoluta, pues algunos se han presentado en otros festivales como Málaga, están todavía en el inicio de su andadura y que dan testimonio de la robustez que disfruta el género tanto en calidad como en variedad de estilos, “desde el histórico, con trabajos que sigue la figura del Valle de los Caídos, por ejemplo, hasta una cosa mucho más íntima como es la primavera.”

Google and the world brain, de Ben Lewis. Imagen cortesía de Documentamadrid
Google and the world brain, de Ben Lewis. Imagen cortesía de Documentamadrid

El programa se completa con dos ciclos realizados en colaboración con la Casa de América y la Casa Árabe. El primero de ellos, comisariado por Elena Fortes, directora del festival de cine mexicano documental ambulante, nos ofrecerá una panorámica de lo mejor de la producción documental de México, país, como se sabe, sujeto a profundas convulsiones tanto de orden político como económico o social. En el segundo, nos acercaremos a la realidad de Oriente Medio de la mano de dos trabajos: la serie de la BBC, Arabia Salvaje, de Dan Rees y Chadden Hunter, productores de Planeta Helado, y Valentino’s ghost (El fantasma de Valentino) de Michael Singh, sobre el papel que juegan los medios de comunicación en la imagen que del mundo árabe y los musulmanes tenemos en Occidente.

Cierra la programación, un ciclo que recoge una muestra del cine documental realizado en España durante la Transición. Un espacio que nos da la oportunidad para reflexionar sobre los temas y las formas de narrar de una época, la transición del franquismo a la democracia, que se ha puesto en cuestión desde distintas perspectivas desde el estallido de la crisis, tanto económica como social e institucional en el que estamos sumergidos. En palabras de Mikel Olaciregui, una oportunidad para descubrir “muchísimos temas que habían permanecido como tabúes, que no se podían tocar en el régimen.” Cine político, sí, pero también películas que reflejan lo que era el cambio social que se estaba produciendo.

Aquí encontraremos títulos emblemáticos del cine documental de nuestro país, como Queridísimos verdugos, de Basilio Martín Patino, que nos relata la vida y las experiencias de tres verdugos durante la dictadura de Franco. O El desencanto de Jaime Chavarri, retrato de la decadencia de una familia burguesa franquista. También la vida social de la época (¿y aún de hoy?) como la que describe Rocío, para Olaciregui, una película especial, “que cuenta la influencia de la iglesia, de cómo se mezclaba ésta en las clases dominantes en lo que era una tradición popular como era el Rocío. Es una película que hasta hace muy poquito tenía todavía una cuenta pendiente con la justicia aquí, en Andalucía.” O musicales, como Canet Rock de Francesc Bellmunt, sobre el papel de la música como vehículo de expresión del deseo de cambio que impregnó aquella época.

¿Y qué diferencias hay entre aquellos artistas y los que destacan en estos momentos? “Yo creo que realmente hemos cambiado mucho como sociedad en estos últimos 30 años y, además, hay otro tema, que es muy gráfico”, reflexiona Olaciregui. “El acceso a los medios de producción, es decir, a una cámara que te da una calidad de imagen ya te da una gran variedad, y sobre todo, planteamientos muy ricos y muy frescos. Antes, para hacer un documental, aunque fuese un documental underground, se requerían unos medios de producción que no estaban al alcance de cualquiera y ahora los medios de producción, pues, no te voy a decir que los podemos tener cualquiera en nuestra casa, pero casi.” Evolución en los contenidos y en las formas de entender el lenguaje cinematográfico de la mano de una tecnología casi al alcance de todos. Las comparaciones son ricas y el debate necesario, pero sin despreciar a unos sobre los otros. “Yo creo que cada generación y cada persona que se pone a abordar un tema tiene sus dificultades, sus problemas y sus escollos en un momento u otro”, concluye el director de Documenta. Pero es que sin, duda, estos no serían posibles sin aquellos.

Larga vida, pues, al documental. Larga vida también a Documenta en este décimo aniversario. Y que siga… por muchos años.

Gerardo León