Con motivo del cierre de la galería Espaivisor de València
Noviembre de 2019

Una gran parte del mundo del arte se encuentra tan perdida que, a veces, incluso produce ternura. Este texto nace de las declaraciones del vicepresidente de LaVAC (Asociación de Galerías de Arte Contemporáneo de la Comunidad Valenciana) en Levante-EMV con motivo del cierre de la Galería Espaivisor: “Valencia sigue con la política de los grandes eventos… no hace nada para retener a las galerías”, “los políticos solo atienden a los grandes centros”, “nosotros nos jugamos el tipo en cada exposición”, “las galerías carecemos de absoluto interés para los políticos”.

Pintada en una pared. Fotografía: MAKMA.

Los artistas se lamentan

No hace mucho se organizó aquí, en València, una suerte de seminario en el que se pretendía ofrecer al artista del hoy “un mapa de herramientas y estrategias con las que reorientar y enmendar su situación de inestabilidad profesional”. Se llamó ‘Hacia la profesionalidad del artista visual’ y contó, como era de prever, con toda una plantilla de profesionales que se mostraban preocupados verdaderamente por el futuro del artista del hoy: comisarios, gestores culturales, galeristas, periodistas, artistas y miembros de asociaciones o agrupaciones pertenecientes a dos sectores de ese mundo. 

Detalle en una puerta. Fotografía: MAKMA.

Las galerías de arte se lamentan

Parece ser que, en efecto, parte de ese mundo del arte actual anda desconcertado. ¡Pero hay que decir que no todos los elementos que configuran su mundo!: los políticos y gestores culturales institucionales (no solo de las capitales, sino de todos los municipios, tengan el tamaño que tengan) parecen vivir en constante estado de excitación y éxtasis. Y tienen motivos para ello, pues a veces les sobrepasa la cantidad de eventos que tienen que atender cada semana. Tampoco los grandes centros de arte pueden poner mala cara, pues sus alegrías crematísticas ya no provienen de una sola vía, la política/institucional, sino de dos: la política (que con ello gana votos) y la privada (que gana en desgravaciones). Aunque siempre les parecerán pocas esas alegrías a los grandes centros de arte, todo se ha de decir. Llorones.

Entonces, ¿quiénes se encuentran desconcertados, además de compungidos? Pues ya lo hemos avanzado: fundamentalmente, dos sectores de ese mundo, el de los artistas y el de los galeristas; precisamente esos dos sectores que hasta no hace mucho eran los verdaderos generadores de la idea de ‘arte contemporáneo’. Pero ya no (se siente), y por eso se embarcan, constantemente, en seminarios, congresos, jornadas, abiertos, mesas redondas, nocturnos y encuentros con el fin de superar lo que ellos mismos llaman, no sin cierta ingenuidad, “reto del nuevo mercado global”, analizando conceptos como branding, comunicación offline, RR. SS., composición curricular, estrategias online, autogestión e, incluso, autogestión sostenible. Ya digo, desconcertados y perdidos.

Detalle de un maniquí. Fotografía: MAKMA.

De los artistas

Si hay algún sector verdaderamente patético en eso que aún llamamos mundo del arte es el de los artistas o, mejor, el de todos esos personajes que se autodenominan artistas. Los que se autocalifican artistas –que son todos los que creen hacer arte– se caracterizan por la queja, por vivir su profesión en permanente estado de lamento. O bien se quejan de no vender o bien se quejan del poco cariño que le muestra la institución política o, si quieren, el poder fáctico. Ambas quejas, insisto, es lo que convierte en patético a los representantes del sector. 

Respecto a la la primera, porque convierte a los supuestos artistas en seres molestos, como molestos son todos aquellos que se empeñan en vendernos algo que no queremos. Y, respecto a la segunda, porque la queja supone una contradicción insalvable, pues la primera función (misión) que dicen tener los supuestos artistas es la de cuestionar el sistema, el poder fáctico, si quieren. Por lo que si alguien se empeña en trabajar para Él es solo porque quiere ser un lacayo, lo contrario de un ser libre. Su falta de dignidad es solo equiparable a su falta de pudor.

Cabeza de una maniquí. Foto: Makma

De las galerías de arte

Y respecto a las galerías, baste recordarles tres cosas: 1) que lo suyo se trata de un negocio y NO de un servicio cultural. 2) Que el producto que venden ya no representa ni siquiera el espíritu de nuestra época. Y, 3), que ellos, los galeristas, montaron su negocio por voluntad propia y, además, nadie les pide que “se jueguen el tipo con cada exposición”.

Parecen ignorar que las cosas del ahora nada tienen que ver con las cosas acaecidas antes de la caída de Lehman Brothers en 2007; mismo año en el que surgieron los smartphones; mismo año en que se consolidó Facebook; mismo año de la expansión de Twitter; mismo año en el que Google lanzó Android y promovió Youtube; mismo año, en definitiva y sobre todo, donde las RR. SS. se impusieron como forma de comunicación inmediata y masiva. En estas circunstancias, el método hagiográfico (el artista como ser que inevitablemente produce objetos sagrados), que aún siguen usando los galeristas, ya no solo es anacrónico, sino también obsoleto. 

En cualquier caso, tal y como ya advertí en un artículo anterior, ¡claro que seguirá habiendo galerías de arte que funcionen bien económicamente!, pero ahora, más que nunca, serán solo aquellas que trabajen con coleccionistas superpoderosos (los pocos que van quedando), o con narcotraficantes, o con traficantes de armas, o, si quieren, con brokers desalmados, o con empresarios de alto standing que saben desgravar con elegancia o blanquear con permisividad y connivencia, etcétera. ¡Y claro que seguirá habiendo grandes ferias Basel, pero para dar servicio solo a los (galeristas) que son capaces de llegar a ellas! Unos cuantos elegidos, privilegiados. 

Máscara veneciana. Foto: Makma

Alberto Adsuara