Lo humano y lo onírico

En las imágenes que recordamos de los sueños las narraciones se superponen y la linealidad del relato desaparece. La lógica deja su lugar a una intensa sensación de veracidad que, sin embargo, carece de sentido, por más que nos cueste entender, sobre todo al despertar, que aquello no era lo que parecía ser. El arte busca la imitación de la realidad tanto como la superación de sus límites estancos y de representación, por medio de la invención de nuevos modos de entender lo que nos rodea, que es el material que nos conforma y con el que lidiamos diariamente. De ahí que el intento por representar los sueños haya sido una constante en el arte; una válvula de escape del corsé de la realidad y la ilusión de alcanzar esa liebre siempre huidiza que representa el subconsciente.

La fotografía y el cine han buscado, surgiendo cada cual en diferentes momentos históricos, fijar ese mundo de imágenes en apariencia desordenadas y exentas de lógica. El lenguaje cinematográfico encuentra en el montaje una clara síntesis entre los sucesos que entendemos como reales y su armazón basada en la consecución de escenas espacio-temporales distantes. Es decir, a partir de una serie de imágenes no siempre con sentido, ha pretendido construir narraciones que sí lo tuvieran. La construcción de realidad que supuso la aparición del cine, rápidamente atenuada por los modelos estándares de producción, encontró en el vídeo-arte una continuidad acorde con los tiempos de velocidad e inmediatez en que se convirtieron las sociedades desarrolladas del último tercio del siglo XX; pero también implicó una ruptura formal en diálogo con las Vanguardias históricas tan temprano dejadas de lado como posibles narradoras comunes. La sociedad actual no es sino una versión actualizada de esta dinámica correlativa y sucesoria.

El proyecto de Cristina Ferrández (Alicante, 1974) Territorios desheredados combina elementos propios del land-art y el análisis del paisaje, del poder documental de la imagen y de los límites velados entre la realidad y el deseo. La exposición presenta dieciocho fotografías de formatos pequeños y medianos y una pieza audiovisual titulada Crónica del naufragio (2008), de algo menos de cinco minutos de duración. Los aspectos técnicos de la obra son importantes para esta artista afincada en Asturias, pues las fotografías no se presentan seriadas, sino que cada una implica una obra única. Este aspecto formal, donde un medio como el fotográfico que se desarrolló para ser reproducido sin límites se convierte en obra única, como una pintura o una escultura, vincula su trabajo con el arte, más aún que con la fotografía o el vídeo. Y ahí es donde el análisis de su obra comienza.

En las fotografías, así como en el vídeo, las escenas se desarrollan en escenarios naturales y, más a menudo, con el mar como horizonte y límite. Las imágenes fijas se construyen con la superposición de varias escenas que combinan un plano general del paisaje, una suerte de reflejo lateral que irradia luz hacia toda la superficie, y la inclusión de fotografías de personas insertadas como un collage, en ocasiones con cambios de proporción y escala que aumentan la sensación onírica de estar ocupando un espacio-tiempo distinto. En ocasiones, los títulos señalan un mismo objeto hacia direcciones diferenciadas, como en los casos La huida y Estructura I, donde una construcción realizada con ramas y troncos pulidos por efecto del viento y el mar es también ocupada por una mujer desnuda en la imagen La presa, vinculación a las acciones performativas, pero igualmente con referencias a ciertos roles que la sociedad impone a los seres humanos. La mitología clásica griega queda reflejada en los títulos Aloades, Eirene o Escila, otorgados a los peñascos y rocas de las orillas del mar. La vinculación tiene un doble sentido: mitología del paisaje, por un lado, y construcción de la personalidad de estos dioses a través del presente, es decir, humanizándolos en su actualidad.

El vídeo Crónica del naufragio muestra una acción vinculada con alguna de las fotografías (Our Mist y Estructuras II), donde un grupo de mujeres de diferentes generaciones, recogen troncos y ramas, los agrupan cerca de la orilla y realizan la construcción del esqueleto de una barca varada. El aspecto orgánico de las ramas y la forma final del objeto remiten, con ayuda de la niebla y el mar rugiente, al análisis del individuo (y más concretamente de la figura femenina) en relación al territorio. La música intenta vincular las imágenes a un espacio o lugar oníricos que la acción de las mujeres desvincula, pues los gestos naturales de ellas relacionan sus acciones con la tierra, símbolo donde los haya del nacimiento y el renacer. El vídeo concluye con un poema escrito y leído por Paola León, un texto que reflexiona sobre las causas y consecuencias del naufragio y la aparente inoperancia en buscar soluciones. Las interpretaciones pueden volar todavía más, relacionando la disfuncional construcción de esa barca con la situación claramente estancada del momento presente.

Álvaro de los Ángeles