Brujas, sapos y aquelarres, de Pilar Pedraza
Editorial Valdemar

La palabra bruja es, posiblemente, la única del diccionario que se puede usar como insulto o halago, según el tono e intención de quien la pronuncie. En esa ambigüedad reside parte de la fascinación que inspira la figura de la bruja, representada tanto como una vieja arrugada y repugnante que como una seductora beldad.

De dónde surge la figura de la bruja, cómo evoluciona a lo largo de los siglos y qué huella han dejado en el arte y el cine. Pilar Pedraza responde a éstas y otras muchas cuestiones relacionadas con el mundo de la hechicería en su último ensayo publicado por Valdemar que acaba de llegar ‘volando en escoba’ a las librerías.

‘Brujas, sapos y aquelarres’ reúne la impresionante erudición que la autora ha acopiado a lo largo de casi cuatro décadas dedicadas al estudio de la manipulación de la imagen femenina en las bellas artes y a la enseñanza de la Historia del Arte en la Universitat de València. “Uno de los propósitos del libro es deshacer errores, disolver obviedades y sobre todo combatir las tonterías que se van acumulando sobre este tipo de temas por culpa de la ignorancia posmoderna –tan letal como la clásica-, y de una divulgación  ramplona por parte de los medios”, señala Pedraza.

Pilar Pedraza. Imagen cortesía de la autora.
Pilar Pedraza. Imagen cortesía de la autora.

¿A qué se debe su fascinación por este tema?

Me interesa mucho la historia de las mujeres y más aún la historia de las imágenes que se han elaborado sobre ellas en las artes, o cómo se han configurado como personajes en la literatura. Llevo muchos años, unos cuarenta, escribiendo sobre este tema. Comencé con ‘La bella, enigma y pesadilla’, sobre figuras mitológicas; luego vino ‘Máquinas de amar, autómatas y ciborg’;  ‘Espectra’, sobre la bella muerta, y ‘Venus barbuda y el eslabón perdido’, sobre la mujer pilosa. He tenido la suerte de que interesaran a excelentes editoriales (Tusquets, Valdemar, Siruela), a pesar de que el ensayo no suele ser bien recibido por el mercado y las editoriales generalistas le tienen pavor.

¿La figura de la bruja encarna el recelo y el miedo que siente el hombre hacia lo femenino?

Más que el hombre, quien crea el recelo es la sociedad y la cultura patriarcal y machista, y quien lo maneja, el sistema y el poder. El hombre y la mujer son víctimas de ello casi en el mismo grado. Hablar de hombres o mujeres en el siglo XXI no tiene mucho sentido; son los sistemas, las tradiciones y las malas herencias las que nos rigen y contra las que tenemos que reaccionar hombres y mujeres, codo con codo. En la conciencia de los ciudadanos, en las buenas políticas, en la enseñanza y en los medios de comunicación responsables es dónde recae esta ingente tarea.

¿Tiene alguna bruja preferida? ¿Por qué ha prevalecido en la imaginería popular la bruja medieval de aspecto repulsivo?

Me encantan las brujas grecolatinas de Horacio, Lucano, Apuleyo, Petronio, y las grandes figuras de hechiceras como Medea y Circe, y sus proyecciones en el arte y el cine, porque en ellas se unen lo culto y lo popular, lo realista y lo imaginario, la madre abyecta y la femme fatale. Además, son hechiceras sin demonio; no tienen jefe, sino una diosa que las protege y que es totalmente admitida en el panteón grecorromano, con sus templos y su ritual: Hécate. Esto, en sí, no tiene nada que ver con el feminismo. Es la historia la que debe hablar, no las palabras sueltas de la opinión.

A su segunda pregunta respondería que importó crearla así en el tiempo de las grandes hogueras que asolaron la Europa católica y protestante desde el siglo XV hasta mediados del XVII. La vieja desnuda de Salvator Rosa o de Goya es una figura satánica, del mismo modo que el anciano desnudo es un titán cristiano, como en el cuadro de Tiziano, La Gloria (Prado). El cuerpo viejo femenino se sataniza (brujas) y el masculino se santifica. Las iglesias han actuado siempre en la configuración de este imaginario, bien de una manera brutal o bien armadas con todas las sutilezas del arte, intoxicando profundamente la cultura.

Portada de 'Brujas, sapos y aquelarres', de Pilar Pedraza. Editorial Valdemar.
Portada de ‘Brujas, sapos y aquelarres’, de Pilar Pedraza. Editorial Valdemar.

¿Se puede considerar a estas mujeres pioneras del feminismo?

El feminismo es un fenómeno moderno y burgués que nace con la Ilustración. Las brujas no son pioneras de nada salvo de su propia historia. El aquelarre tiene que ver, hasta cierto punto, con la sociedad secreta contra en Antiguo Régimen, con la revuelta popular y con la jacquerie campesina, en un mundo feudal dominado por los señores y la iglesia. Desde el punto de vista de la historia de la cultura, interesa mucho no mezclar los conceptos, porque si no, no se entiende nada o se cae en la banalización.

¿Por qué durante varios siglos suscitaron el odio de la Iglesia Católica y  otras religiones? ¿Se usaron como chivo expiatorio?

Pues, sí, como los herejes, los judíos y los judaizantes. Las iglesias cristianas y sus sectas han sido enemigas de la mujer desde que se crearon hasta la fecha, y sus inquisiciones han enviado a la hoguera a una cantidad escandalosa de inocentes, hombres, mujeres y niños. El cristianismo y el islamismo han hecho la vida humana más difícil de lo que ya es de por sí, y en su propio favor. La memoria histórica sirve para comprender y relatar lo que pasó, para que no vuelva a ocurrir, pero también para castigar a quien proceda.

El demonio, el sapo, el gato negro forman parte del atrezzo brujeril. ¿Cuál es su papel en la realidad?

En los manuales de los inquisidores de la época de las grandes hogueras, que son libros tremendamente interesantes para darnos cuenta de hasta qué punto fueron ellos quienes crearon a las brujas antes de enviarlas a la hoguera, leemos que cuando una bruja hace pacto con Satán, éste le adjudica un diablejo ayudante, un “familiar”, que puede ser un sapo, un mono o un gato, cualquier animal tenido por repugnante, y ella le cose trajecitos: a estas monadas se le llama en los textos de la época “sapos vestidos”, o el animal que sea. Podemos decir que el bicho es una especie de mascota de la bruja, que el demonio le regala para ayudarla y no quitarle ojo de encima.

¿Qué movimiento artístico ha reflejado mejor el mundo de la hechicería?

Los cuadros de brujerías de los pintores de género barrocos de los Países Bajos, los grabados de Durero, los óleos de Salvator Rosa, las obras de Francisco de  Goya y de Félicien Rops, cada uno según su época. Son obras maravillosas, grotescas, siempre con un punto de sonrisa maligna.

¿Qué películas de brujas no hay que perderse?

Yo no me perdería: Haxän, Dies Irae, El Crisol, Lord of Salem,  Suspiria y La Bruja de Blair. Hay muchas más, pero estas que he mencionado, y que están en el librito con todos sus datos, son obras maestras del género con las que se podría montar un ciclo sorprendente.

¿La bruja es una especie ya extinta? ¿Queda alguna entre nosotros? 

Hay sectas de brujas no satánicas muy respetables y legales, conocidas y con páginas en Internet, creadas a base de elementos feministas (éstas, sí) y ecologistas, como la Wicca, a la que dedico mucho espacio en el libro, y también hay movimientos satánicos machistas de música rock, como el black metal, menos interesantes a mi modo de ver, pero que también tienen cabida en él. Lo que no es brujería sino charlatanería televisiva de la más baja estofa es el tarotismo espurio de ciertas cadenas, imagen patética no sólo de las pretendidas “videntes” sino de los espectadores embobados por sus miserables discursos.

Pilar Pedraza. Imagen cortesía de la autora.
Pilar Pedraza. Imagen cortesía de la autora.

Bel Carrasco