Claudio, mira, de Alfons Cervera
Editorial Piel de Zapa

Las pequeñas historias construyen la historia con mayúsculas. Es la filosofía que impregna la obra de Alfons Cervera, un caudaloso escritor que, a lo largo de tres décadas ha erigido un monumento literario a la memoria de la dictadura. Con un marcado carácter autobiográfico ha convertido a su familia, a su pueblo y sus gentes, maquis incluidos en material literario indeleble.

Tras contar la muerte de su madre en Esas vidas y los silencios de su padre en Otro mundo,  cierra un círculo con Claudio, mira (Piel de Zapa) novela centrada en la figura de su hermano. En la portada, la imagen de dos niños de mirada seria, tal vez algo triste, que comparten un caballito de feria. A través de su relación con Claudio, Cervera agita esa caja de Pandora que es la memoria con sus cornucopias y sus truenos. Porque el tiempo no lo cura todo, pero el relato del pasado ayuda a cicatrizar las heridas.

Portada del libro ‘Claudio, mira’, de Alfons Cervera.

A diferencia del aire beligerante y algo tremendista de sus anteriores obras, y también de muchos de sus artículo, Claudio mira mantiene un tono más cálido, íntimo y poético. Una operación que sufrió su hermano fue el arranque del relato.  »Mi hermano es una persona frágil», dice Cervera.»Lo operaron de cataratas, de los dos ojos a la vez y con anestesia general. Cuando despertó y la enfermera le levantó los apósitos, se me ocurrió decirle: ‘Claudio, mira’. Lo pensé, pero no se lo dije. Cuando llegamos a casa, abrí el ordenador y escribí eso mismo. Era el titulo de la novela. La relación con mi hermano es la que se mantiene con una persona que necesita un poco de ayuda. Y ahí ando, en esa necesaria cercanía que resulta de verdad enriquecedora, a pesar de las dificultades que conlleva».

El cine y la fotografía, antiguas fotos familiares guardadas en cajas de zapatos, son constantes a lo largo del relato evocador.  »El cine formaba parte de nuestra infancia. La memoria, en las casas de mi familia, se transmite casi siempre a través de las fotografías. Por lo demás, lo que nos junta es esa memoria que compartimos mi hermano y yo desde que éramos niños y empezamos a trabajar todas las noches en el horno de la familia. Hay ahí, en todo ese tiempo, mucha memoria que compartir».

Aunque Cervera es hijo de la España rural que ahora se llama vaciada, detesta ese concepto de moda. »Me parece aberrante, es como no decir nada. La política de las falsas oportunidades -y no sólo la del franquismo- se llevó el alma de los pueblos. Y ahora esa misma política habla y habla pero no tiene ni idea de lo que habla. Desde un despacho en la ciudad, lo que se ve a lo lejos es un rebaño de cabras cuando esas cabras hace muchísimos años que no existen». 

Detalle de la portada del libro.

En la Serranía valenciana, en Gestalgar, que Cervera ha inmortalizado como Los Yesares,  sobrelleva la crisis del covid-19. »Cuando esto pase, seguramente casi todo va a ser muy diferente a como era hasta ahora. Otra cosa es si la sociedad va a cambiar a mejor o todo lo contrario. A mí me gustaria que fuera lo primero. Ojalá que sí». 

Y recuerda a aquellos ‘topos’ de posguerra que vivieron años enclaustrados y podrían dar lecciones sobre cómo resistir el confinamiento. »Cada situación es distinta, eso está claro. La derrota republicana encerró en sus casas y en sus miedos a quienes la sufrieron. Y aún había un encierro mayor: el de los escondidos en sus propias casas para vivir en esa clandestinidad doble que era su vida detrás de una pared o en el hueco abierto en los suelos de la casa».

Cervera reconoce la satisfacción que le produce haber dado una proyección universal a su mundo particular y sus raíces a través de la escritura y la memoria. »Es un gozo enorme. La posibilidad de escarbar en mis raíces, de descubrir en cada una de las memorias individuales lo que todas juntas (y no siempre en armonía) conforman como la memoria colectiva de una comunidad. Una comunidad, por otra parte, muy pequeña, que es a la vez de unas dimensiones infinitas», concluye.

Alfons Cervera. Foto: Sergio Gómez.

Bel Carrasco