Viaje a Ifitry. Carlos Montesinos

Galería Cuatro

C / La Nave, 25. Valencia

Hasta el 1 de julio

Carlos Montesinos se fue a Marruecos con una beca de la Fundación InspirArte y pintó como loco durante los 15 días de su corta estancia en un lugar próximo a Ifitry. Pintó como loco y, cabría decir animado por la metáfora, pintó un sinfín de vacas locas dibujadas con el brío espongiforme de su desatada pasión. Vacas con color invertido, vacas con frutas, verduras y flores, vacas solas, vacas chinas, en fuga, llenando una carretera, confundidas, en círculo, vacas y más vacas “pintadas con los dedos”, termina diciendo el propio artista.

Árbol de vacas, de Carlos Montesinos. Galería Cuatro
Árbol de vacas, de Carlos Montesinos. Galería Cuatro

La Galería Cuatro acoge 15 de esas obras bajo el título preciso de Viaje a Ifitry. Un viaje que provocó en Carlos Montesinos esa estampida de vacas llenando de trazos, colores y manchas sus trabajos sobre lienzo, papel, cartón o cualquier otro soporte que pudiera contener el torbellino de apuntes que iba tomando a pie de campo. “Dormía apenas cuatro horas; iba como desnudo, desarmado”. De manera que en lugar de ir echando el lazo a tanta vaca, Montesinos se dejó de rodeos para pintar con esos dedos henchidos de emoción cuanto iba viendo, “y empezaron a salir vacas”, apunta como imbuido de la escritura automática surrealista.

Carlos Montesinos, en lugar de rumiar sus obras como harían los bovinos que aparecen una y otra vez en Viaje a Ifitry, vomitó líneas iracundas y colores sobrecogidos por tan inmediata pintura, para dibujar el mapa sentimental de su trayecto africano. Y al igual que los excrementos de vaca se utilizan como combustible o fertilizante, las manchas dibujadas por Montesinos parecen el alimento de una obra impulsiva, directa, sin concesiones a la galería. “Tuve la valentía de soltar la mano, de no tener miedo a la mancha”, explica en ocasiones todavía arrebatado por aquella experiencia en Ifitry.

Círculo de animales, de Carlos Montesinos. Galería Cuatro
Círculo de animales, de Carlos Montesinos. Galería Cuatro

Un animal domesticado hace por lo menos 10.000 años acaba siendo volteado en la obra de Carlos Montesinos, de forma que esa vaca apacible, rumiante, bovina, se transforma en pintura rupestre, animal atávico que los dedos del artista tocan como si fuera la primera vez que pinta. Arquitecto y escenógrafo, Montesinos dejó las líneas claras y la puesta en escena ordenada para “no intelectualizar” y “probar lo que te va saliendo”. Y lo que iban saliendo eran “trazos, dibujos, manchas”, una orografía sentimental con la vaca como protagonista.

Como si de un animal sagrado se tratara, las vacas de Montesinos pueden colmar árboles, carreteras, evocar la poesía de Lorca o servir para dibujar ciertos paisajes del alma. En el fondo, muy en el fondo, a Carlos Montesinos lo que en verdad le atraía era ese carácter atávico del animal que todos llevamos dentro. Su Viaje a Ifitry, volvemos al fondo, es, después de todo, ese viaje interior despojado de amable urbanidad que te permite el reencuentro con sensaciones ancestrales. No hay rodeos que valgan, aunque finalmente Montesinos los dé, con trazo, eso sí, bien suelto, alrededor de sus más recientes pinturas. Las que pueden verse hasta el 1 de julio en la Galería Cuatro.

Carretera con vacas, de Carlos Montesinos. Imagen cortesía de Galería Cuatro
Carretera con vacas, de Carlos Montesinos. Imagen cortesía de Galería Cuatro

 Salva Torres