‘Madre Coraje’, una producción de Atalaya
Naves del Español (Matadero Madrid)
Sala Fernando Arrabal
Plaza de Legazpi, 8. Madrid
Hasta el 4 de octubre de 2015

Aproximarse a la figura del dramaturgo augsburgués Bertolt Brecht compromete un protocolo de salutaciones y bienvenidas hacia el núcleo central de su obra, ineludible y sempiternamente actual, no tanto por las vicisitudes que nos son contemporáneas como individuos/ciudadanos, sino en lo que respecta al manejo de temas centrales que conforman el tuétano del devenir histórico de nuestra civilización. De este modo, cobra escasa relevancia la cronología y contextualización en las que el espectador asista a una de sus adaptaciones, puesto que algún luctuoso episodio nacional o transfronterizo se revelará consanguíneo con alguna de sus obras, muy a pesar de las abemoladas expectativas del dramaturgo alemán para con el horizonte internacional del siglo veintiuno.

"Madre Coraje" y tres hijos en una escena de la obra. Imagen cortesía del Teatro Español.
«Madre Coraje», dos de sus hijos y un campesino, en una escena de la obra. Imagen cortesía del Teatro Español.

Así sucede con ‘Madre Coraje’ -apocopada versión en texto, tiempo y título de ‘Madre Coraje y sus hijos’-, que Atalaya lleva a escena en las Naves del Español (tras un exitoso periplo previo, valedor de cuatro galardones en los II Premios del Teatro Andaluz), de la mano del ebdetense y Premio Nacional de Teatro Ricardo Iniesta, bajo cuya adaptación y dirección se conmemoraba, dos años atrás, el trigésimo aniversario de la compañía sevillana.

Bertolt Brecht escribe esta pieza teatral desde su exilio sueco, en 1939, tras huir de Alemania seis años atrás como consecuencia del ascenso al poder del Partido Nacionalsocialista. El dramaturgo, inspirándose en la novela del escritor del barroco alemán Grimmelshausen, ‘La pícara Coraje’, asienta la acción en plena afrenta de la conocida como ‘Guerra de los Treinta Años’ -contienda desarrollada en la Europa Central de la primera mitad del siglo XVII y que marcará el rumbo morfológico del continente en las centurias ulteriores-, con el intrínseco objetivo de dibujar un mapa crítico transtemporal relativo al fascismo en general y a la invasión de Polonia por parte de las tropas nazis en particular –episodio detonante de la Segunda Guerra Mundial-.

El actor Manuel Asensio como "Cocinero" en una instante de la función. Imagen cortesía del Teatro Español.
El actor Manuel Asensio como «Cocinero», en una instante de la función. Imagen cortesía del Teatro Español.

‘Madre Coraje’ se polariza en torno de la figura vertebradora de la obra, Anna Fierling, encarnada severamente por una plausible Carmen Gallardo -cuya trayectoria aumenta su lustre tras una premiada versión de la ‘Celestina’- que interpreta con aspereza a esta buhonera de dudosos escrúpulos, trápalas y firmes convicciones de supervivencia, cuyo ardid de mercader le permiten soslayar las reiteradas conflagraciones entre católicos y luteranos, a costa de la pérdida de sus tres hijos. De este modo, Brecht asesta un filo en la yugular de los dos grandes temas preceptivos que resultan coetáneos a cualquier autor/lector/espectador: la guerra y el comercio (en permanente alianza).

Ricardo Iniesta cumple aquí con la ortodoxia brechtiana del distanciamiento, en pro (el autor alemán) de provocar un ejercicio de conciencia crítica de los espectadores y “porque es una realidad que vemos cada día” (el director ubetense). Para ello, Iniesta se sirve de lo que en Brecht deben ser personajes arquetípicos, esteriotipados, de gestualidad histriónica, con una puesta en escena -aquí austera, esquelética y suficiente- de palpitantes aciertos estéticos, cacofónicos y musicales (muy notable -y discutida- la arrojada determinación de combinar el idioma alemán y el castellano en la veintena de ocasiones en las que el reparto actoral quebranta la cuarta pared de la sala Arrabal).

En definitiva, una muy digna versión en la que se le agradece al director haber acudido a las partes esenciales del texto, cuya dimensión crítica, aún cuando haya perdido gran parte de su poder de transgresión original (más bien fruto de nuestros inepatables tiempos), conviene revisitar con el fin de alejarse del proselitismo de la irracionalidad.

Jose Ramón Alarcón